Si ha habido una temática o problema recurrente e histórico en nuestro proceso socio-histórico, sin duda alguna ha sido Haití y la pésima gestión fronteriza-migratoria que lo agrava y termina, hoy -o desde décadas-, en una suerte de conflicto latente de impredecibles consecuencias étnicas, raciales, culturales, demográficas y de definición-país.

Y el problema tiene raíces históricas-fácticas o neurálgicas: a) nos independizamos de Haití después de 22 años sojuzgamiento e invasión -1822-1844, b) reafirmamos nuestra independencia con la Guerra de Restauración -pero antes, las incursiones fallidas haitianas por retrotraernos a 1822- frente a España y la traición de Pedro Santana (1861-1863-1865), c) como Estado-país y luego Estado-nación, con la excepción Trujillo-Balaguer (y sin justificar el “Corte” de 1937; como tampoco las barbaridades de Desalines “Degüello de Moca”), no hemos tenido una política de Estado sistemática y coherente sobre o frente a Haití más que esporádica, coyuntural; o peor, de predominio de agenda supranacional y d) de esa falencia histórica no ha habido gobierno exento -post Trujillo (1930-1961)-; y de alguna forma, Balaguer, aunque bajo el lastre o sesgo del prejuicio racial que es racismo estructural-cultural e histórico de élite en Haití (contrario a lo que se ha querido establecer o fijar aviesamente) porque la tesis-salida “la isla es una e indivisible” jamás se borró del imaginario socio-cultural haitiano que hoy es “invasión del vientre” por pésima gestión fronteriza-migratoria que nos diluye y potencializa un conflicto de impostergable confrontación (mini-choque de civilizaciones -Huntington-Sartori).

Por esa pésima gestión fronteriza-migratoria -de pingües beneficios de élites binacionales (que debió ser política de Estado con miras a una eficiente gestión fronteriza-migratoria-comercial) o de vista corta, hemos llegado a un punto tal que ya no sabemos hasta dónde enarbolamos retóricas coyunturales para distraer o camuflar un fracaso histórico actual cuya solución, al parecer, depende o pende de acuerdos internacionales, protocolos-acuerdos incumplidos por Haití y los entretelones de agendas variopintas extranjeras. En fin, si hay un asunto nacional difuso y de agendas ocultas o solapadas, ese es Haití y la proyección-evolución de un conflicto “Kosovo” que, tarde que temprano estallará de cualquier manera, pues irresponsablemente o antinacionalmente lo hicimos fáctico-definitorio en algún momento.

De modo que no hay excusa ni gobierno ni líderes políticos contemporáneos exentos; aunque su estado actual es el peor: pésima gestión fronteriza-migratoria o ficción innegable pues ni estadísticas ciertas tenemos (a propósito: ¿quién sabe cuántos nacionales haitianos viven en el país? ¡Nadie!); y para colmo nos estamos debatiendo entre cobertura de salud y cupo escolar, ¿en qué país vivimos?

Por otro lado, estamos arropado, o mejor dicho, asediado por múltiples agendas supranacionales que nos acogotan, y no vislumbramos una real política de Estado que ponga, en pizarra nacional abierta, los puntos innegociables que hicieron posible el hito histórico de 1844 y 1865 -igual: 1916-1924 o la más próxima 1965-.

Urge, pues, definir qué somos si nación o ficción, y debemos empezar, a rajatablas, por una eficiente gestión fronteriza-migratorio y comercial, y dejarnos de retórica y queochocuánto.

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