El primer Imperio que conoció la humanidad fue Acadio (Mesopotamia, siglo XXII a. C.) -aunque para otros el Persa-, desde entonces el término o categoría de Estado, se asoció a tres dominios: geográfico (expansión territorial), hegemónico (política-cultural-militar) y comercial (tributos-esclavitud o usufructo de recursos naturales y marítimos); sin embargo, aunque resulta obsoleto e insuficiente hablar de imperio sino de potencia -tal categoría, con sus matices-, siempre nos llevará a las mismas realidades ancestrales-fácticas: socioeconómicas, geográficas, marítimas y culturales de dominio, solo que desaparecieron, al menos como se conocían, las fronteras -en nombre de una gendarmería internacional (mezcla de siglas de organismos financieros y una arquitectura jurídica-política también internacional -derechos humanos- que hace ficción la noción de país-nación, régimen de ciudadanía, migración; y cuando no, supra-democracia internacional prácticamente de dos monedas -sin obviar, el empuje de los emergentes-).
Así vivimos hoy (traspatio-hemisférico): bajo el imperio de una vieja geopolítica comercial que no se despoja del todo cuando procura definir “fronteras”, diplomacia o zona de influencia. En fin, un “rostro humano” que igual airea una bandera multicolor -¿modelo de sociedad neutra?-, hace triza definición país-nación y hasta dicta quién o no es ciudadano o, te da receta de cómo combatir corrupción pública (¿?) obviando que es pública-privada y que igual, poca o mucha, dependiendo de la robustez e independencia -institucional- de la justicia, se dan niveles de corrupción pública-privada aunque, a conveniencia, solo se quiera dejar el acto o saqueo a medias (cohecho-hurto de políticos).
Todo ello, en el contexto geopolítico y tecnológico de una guerra comercial y de expansión cultural, donde la vieja práctica imperialista exige sumisión a cambio de teledirección-política o “doctrina” de exclusividad geográfica -por cierto, muy descuidada-, mientras la competencia, más agresiva y despojada de lo ideológico -lastre de la Guerra Fría-, habla el lenguaje de los intereses mutuos e incluso le importa un comino, a diferencia de la vieja geopolítica comercial o influencia ideológica, geográfica, cultural o de patente hemisférica. Eso, a los chinos -diferente a los rusos-, les es comprensible.
Y no es que los emergentes (chinos-rusos-otros), no prefieran lo mismo (dominio-influencia), sino que procuran si no enclaves definidos, al menos socios proactivos y laxos para hacer negocios ….
Lo lamentable, o quizás risible es, que, la vieja geopolítica o geografía comercial, a usanza, aún tiene aquiescencia y quien se conforma con teledirección-política y seguir llamando corrupción pública que es igual a llamarla política cuando es pública-privada y a veces hasta de competencia-escándalo internacional -Odebrecht- o, de trámites burocráticos-diplomáticos (a propósito, ¿cuántos años hace que Perú quiere ver a su ex Toledo?).