El presidente Luis Abinader y su equipo han propuesto la fusión y disminución de varias instituciones del Estado con la finalidad de achicarlo y hacer más eficiente el uso de los recursos provenientes de los impuestos pagados por los ciudadanos.

Para nosotros es una decisión favorable para los intereses del pueblo dominicano y el bien común, aunque no así para muchos compañeritos de la base de ahora y antes, que ven en la política el camino para obtener un empleo, como pago por la búsqueda de votos y los bandereos realizados en las calles en las campañas electorales.

Siempre he creído que el Estado, al igual que el sector privado, debe ser productivo y cada empleado ofrecer resultados por el sueldo recibido mensual, eso incluye a algunos asesores y otros tipos de botellas enmascaradas.

Las reformas planteadas ahora deberían incluir, además de sus capacidades académicas, como lo hace el gobierno del presidente Abinader, la publicación de las definiciones de las misiones de cada un funcionario desde medio hacia arriba, cuando es nombrado a través de un decreto gubernamental, incluyendo a los ministros sin cartera, para dejarlo institucionalizado, y no a la libre decisión del mandatario de turno.

Asimismo, deben estar claras las metas de cada funcionario y otros servidores públicos cuyos resultados deberían presentarse de forma periódica a sus superiores inmediatos y al pueblo dominicano a través de los medios de comunicación, de manera obligatoria.

La meritocracia, el honor al talento y el esfuerzo individual deben ser institucionalizados, culturizados y respetados en las instituciones públicas, independiente de las creencias de cada individuo, siempre y cuando con ella no obstaculicen el avance y desarrollo de las entidades.

Entre otros beneficios, la fusión de instituciones del Estado con misiones similares deberá servir para reducir la gran cantidad de empleados públicos, que asciende a 700,000, sin dejar desamparado a ningún ciudadano necesitado, para continuar por el camino del desarrollo de República Dominicana, y por el bien común.

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