Casi no se oye. Casi nadie lo baila. Su canto a la vida fue enturbiado por una porquería callejera. El país carece de música de fondo. El campo se ha enturbiado con la vulgaridad más bachatera. Ya no hay quienes bailen cuerpo a cuerpo. Ningún milenial sabe quiénes fueron El Caballo Mayor, Fernandito el de Loma de Cabrera, el Vargas de Villa ni el Vargas de Altamira, y ni hablar de Milly y sus vecinos, y mucho menos del Trií Reynoso, Joseíto Mateo y Guandulito… (Tuve que apagar la radio, por la cruel evidencia de que, como nos lo advirtió Rafael Chaljub, el merengue se fue y la patria dominicana ha quedado huérfana de identidad).