Llegáronse al parque los amantes. Con ternura. A plena luz de una tarde ancha, luminosa y fresca. Una tarde para la ternura. Ella sentada en la yerba, a piernas extendidas. El, recostado en su regazo. Los amantes de hoy, de ayer y de siempre, los amantes del amor que vindica el inalienable derecho a la ternura, que se resume en un ligero beso a flor de labios…En eso llega un policía que les ordena tajantemente cancelar el beso, porque “es una falta a la moral pública”. (Lo vi ayer en la tarde. Y de pronto me llené de espanto: sucede que aquí lo inmoral es la ternura pública de los amantes que aman el amor, la realización más alta de lo humano!).

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