Siempre sonriente, como ninguno de sus predecesores. Proveniente de la inmensa mayoría de descendientes de inmigrantes. Sin pelos en la lengua para decir lo que piensa. Con una imagen que la iguala a la mayoría femenina sencilla de su pueblo. Sin reservas para burlarse de su oponente y llamarlo por lo que es: delincuente. Sin reservas sobre lo que hay que hacer para revitalizar la mermada democracia: gobernar con calidad; convencida de que su país lo hace mejor con la paz que con la guerra… (Ojalá asuma el poder presidencial, pues, sin duda, la mulata Kamala Harris representa un salto cualitativo en el sistema político de los Estados Unidos).