Por fin (¡qué bueno!), el Partido Revolucionario Moderno está en vías de convertirse en verdadero partido, con democracia interna, con tendencias en debate, con ideología definida, con objetivos históricos, con líderes formados en su militancia, con la estructuración de sus bases, con escuela de formación política, con ejercicio de respuesta a sus adversarios, con organización de sus grupos sociales, con presencia en todos los espacios territoriales y con dirigentes máximos que no sean simples burócratas. Como sea que se mire, eso hay que agradecérselo a Guido Gómez Mazara, Eddy Olivares y Ramón Alburquerque.