El asunto más costoso de todo este país (y que parece no tener remedio) es el de los tapones. La primera partida del inmenso costo es la cantidad de vehículos (el país mejor dotado del continente, con más de cuatro millones de vehículos de todo tipo, a razón de uno por cada 2.5 habitantes). La segunda es la de los combustibles, con un costo superior a los diez mil millones de pesos. La tercera es la de la regulación y vigilancia del tránsito (con miles de semáforos y policías que sólo sirven para ser irrespetados), y la cuarta y última, no menos costosa que las anteriores, son los daños de todo tipo que causa en calles, avenidas y carreteras, el salvajismo de los conductores.