Una de las plantas de uso más común y de cultivo más extendido en la sociedad dominicana durante mi niñez es la que llamábamos higuereta, que también es conocida universalmente por su nombre botánico Ricinus comunis, aunque en la República Dominicana, durante mi infancia, ni los niños ni los padres sabían que el ricino común y la higuereta eran solo denominaciones del mismo bien, ni tampoco se sabía que el transparente aceite de ricino era el obscuro aceite refinado del nauseabundo y odiado aceite de higuereta. Mucho menos que la oleaginosa pudiera convertirse en materia prima para diseñar, desarrollar y producir armas de muerte, para el exterminio masivo. Mucho menos que la ONU ex ante habria de definier inocencias y culpabilidades entre fabricantes y usuarios potenciales de las terribles armas entre naciones altamente desarrolladas en ciencias, industrialización ad-hoc, financiamiento, poder económico y financiero, control institucional y político, de entre grupos que eligió analizar convenientemente.
Usa lenguaje confuso para entregar potencia de culpabilidad a quienes llama “agentes no estatales”, semántica absolutamente complaciente que justifica en una frase absurda: “Los científicos han sabido de la utilización de . . . “impresoras 3D para imprimir microrreactores que pueden sintetizar sustancias químicas a pequeña escala. Las impresoras 3D ofrecen nuevas oportunidades a los agentes no estatales para llevar a cabo sus propias actividades de proliferación. Si no pueden comprar artículos sometidos a control, es posible que algún día los puedan imprimir ellos mismos.”
Esa es una frase irresponsablemene usa, la cual que permite que hoy hablemos de intercambios futuros a nivel interplanetario o intergaláctico, cuando todavía tenemos por resolver discrepancias entre los ingenieros y los teóricos de las ciencias naturales para diseñar sistemas de navegación efectivos.
En nuestra América Latina, Simón Bolívar, José Martí, Máximo Gómez, y otros escritores patrióticos y caudillos nacionalistas del pundonor, que incluyen a Gregorio Luperón, nos alertaron sobre el nuevo imperio, que consolidó su geografía nacional mediante ataques imperialistas a los territorios vecinos, sin siquiera importarles el deseo de exterminio de las tribus originarias de la americanidad, pues desde entonces empezó su afán de falsificación de la Historia, cuando sólo existía el imperialismo como deseo del verdadero culpable del afán de falsificación de la verdad de hoy.
Puedo estar errado, aunque soy observador de 70 años de consciencia. Soy testigo directo de patriotismos falsificados, entregismos cómplices, del avance de la consciencia política del pueblo dominicano, del doblez y la entregas de los vendidos. Pero cada día que me adentro en mi senectud, veo a una nación inquieta compuesta principalmente por una juventud curiosa llena de esperanzas, que está convencida de lograr un mejor futuro.
Quedan conmigo -de once hijos entre cincuentiseis y once años de edad- solo tres: Francisco de 22, Fabio de 19, y Sophía de 11. La distancia etaria entre los emancipados y los que me quedan trasciende la madurez legal. Me agrada porque da a mi alma testimonio de mi propia fidelidad con ellos.