El debate global sobre el feminismo ha dado lugar a teorías conspirativas emocionantes. Por ejemplo, en la República Dominicana, para muchos el feminismo es simplemente una estratagema maestra para que las mujeres finalmente puedan gobernar el mundo desde su secreto cuartel general.
“¡Todos sabemos que las feministas están conspirando para quitarle el control a los hombres y apoderarse de la tierra!”, dicen otros. Y es que se olvidan por completo que en realidad se trata de un movimiento que busca igualdad de derechos humanos. ¡Pero no! en lugar de eso, dejemos que la imaginación vuele para creer que cada mujer que se identifica como feminista está secretamente planeando dominar sobre el hombre.
El feminismo ha sido a menudo malinterpretado como una búsqueda de superioridad o dominación, pese a que el núcleo original del feminismo radicaba en la vindicación de los derechos igualitarios para las mujeres. Contrario a la noción errónea de que se trataba de una rebelión contra los hombres, el movimiento buscaba simplemente equiparar las oportunidades y los tratos en una sociedad que había relegado a las mujeres a un segundo plano. En una época donde la educación y la participación pública estaban vedadas para las mujeres, voces valientes y visionarias emergieron para desafiar el status quo de la época.
Mujeres, en especial aquellas menos informadas sobre el contexto de este movimiento y con fuertes creencias religiosas, han expresado su desacuerdo al afirmar que las mujeres están adoptando roles históricamente vinculados a los hombres. Sin embargo, me animaría a sugerir que han simplificado el feminismo, centrándolo en las libertades ya obtenidas por las mujeres en el país. Aunque esos avances han sido considerables, aún queda mucho por hacer.
Por otro lado, algunos reducen el feminismo a tareas domésticas, otros a la aceptación o no del aborto, sin embargo, el concepto es mucho más amplio y profundo que eso. Suele pasar cuando te limitas a un territorio en el que te encuentras cómodo, pero te invito a que salgamos un poco de esta ciudad.
Las mujeres en Arabia Saudita han tenido históricamente restricciones en términos de movilidad y participación pública. Por ejemplo, hasta hace poco, las mujeres no podían conducir.
En la India las altas tasas de violencia de género y matrimonio infantil son problemas persistentes; la falta de acceso a la educación es evidente, con un número significativo de niñas que no completan la educación primaria, donde también se registra la mayor tasa de muertes femeninas del mundo.
En Afganistán las mujeres enfrentan una pérdida de derechos y libertades. Durante el régimen talibán anterior, las féminas fueron excluidas de la educación y el empleo.
Las niñas tienen menos acceso a la educación que los niños, en Nigeria.
Una de las tasas más altas de feminicidios en el mundo es registrado en Honduras.
Es un verdadero desafío la educación para las niñas y las mujeres de Pakistán, especialmente en áreas rurales. Además, la discriminación en el lugar de trabajo y la violencia de género son problemas comunes.
La mutilación genital femenina todavía es una práctica común en Sudán.
A pesar de la alta tasa de educación entre las mujeres, la violencia doméstica sigue siendo un problema grave en Rusia, además de la brecha salarial de género.
Las altas tasas de feminicidios y la violencia de género son cuestiones urgentes en México. Las mujeres a menudo enfrentan desafíos en términos de seguridad personal y acceso a la justicia.
No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres,
sino sobre ellas mismas.
Mary Wollstonecraft
Se destaca Mary Wollstonecraft, una filósofa de la Ilustración, que publica en 1792 su obra “Vindicación de los derechos de la mujer”, que marcó un hito en la defensa de la igualdad de género. En su escrito argumentaba que las mujeres no eran inherentemente inferiores a los hombres, sino que la falta de educación y oportunidades limitadas las mantenían en una posición subordinada. Su enfoque estaba lejos de buscar la supremacía femenina, sino más bien la emancipación de las mujeres a través de la educación y la igualdad de derechos.
En el siglo XVIII, la vindicación de la mujer se erigió como un grito de igualdad presentando que la única diferencia entre la mujer y el hombre era el físico, en una sociedad que desfavorecía a la mitad de su población por su género. Las mujeres visionarias de esa época desafiaron las normas restrictivas y abogaron por el acceso a la educación y los derechos fundamentales. Aunque a lo largo de los años la interpretación de estos principios ha variado, es fundamental recordar que el corazón del feminismo es la búsqueda de igualdad, no de dominación.
Las revoluciones en América y Europa pusieron de manifiesto las ideas de igualdad y derechos humanos, que sirvieron de inspiración para las mujeres que anhelaban liberarse de las cadenas de la opresión. Sin embargo, a medida que avanzaba el tiempo, algunas interpretaciones distorsionaron la verdadera esencia del feminismo, llevando a equívocos y alegatos infundados de que las mujeres aspiraban a una superioridad sobre los hombres.
El propósito original del feminismo no pretendía desplazar a los hombres, sino establecer una sociedad donde todas las personas, independientemente de su género, tuvieran acceso a las mismas oportunidades y derechos.
La lucha de estas pioneras sentó las bases para los movimientos feministas posteriores, que continuaron abogando por la igualdad en el ámbito laboral, la política y la vida cotidiana.
La situación de la mujer actual
A pesar de los progresos logrados en términos de acceso a la educación y oportunidades laborales, las mujeres a menudo se encuentran en situaciones de desventaja. Las brechas salariales, la representación insuficiente en cargos directivos, el acoso laboral y la persistencia de estereotipos de género son claros recordatorios de que aún queda mucho por hacer. Aquí es donde el enfoque original del feminismo que busca la igualdad de derechos sin desplazar a los hombres sigue siendo relevante y poderoso.
Si bien se han logrado avances significativos en la lucha por los derechos de la mujer desde el siglo XVIII, todavía persisten desafíos en la búsqueda de una verdadera igualdad de género en la sociedad contemporánea.
El feminismo, abordado desde la perspectiva original de igualdad y vindicación de derechos, sigue siendo un faro de esperanza y un catalizador para abordar estos problemas de manera efectiva.
La educación es una herramienta esencial para romper los ciclos de desigualdad, empoderando a las mujeres para que tomen decisiones informadas y persigan sus aspiraciones sin restricciones. Además, la participación de las mujeres en la política y el liderazgo no solo refleja la equidad, sino que también enriquece la toma de decisiones con una variedad de perspectivas.
El feminismo, cuando se aborda desde la perspectiva original de igualdad, también desafía los estereotipos de género arraigados en la sociedad. Al reconocer que no se trata de competir con los hombres, sino de colaborar con ellos en igualdad de condiciones; se fomenta un cambio en la percepción cultural que se traduce en un entorno en el que los roles de género se vuelven más flexibles y las oportunidades se distribuyen sin discriminación.
Recordar las raíces de este movimiento ayuda a redirigir nuestros esfuerzos hacia la verdadera igualdad y a construir un mundo en el que todas las personas, independientemente de su género, puedan alcanzar su pleno potencial.