Cada vez que alguien me reenvía algún mensaje, sin ni siquiera ocuparse de hacer alguna alusión a mi persona, llega a mi mente esa pregunta.
Entonces, buscando respuesta, reparo en que esa capacidad humana de trasladar pensamientos, sentimientos e ideas de un cerebro a otro ha necesitado de grandes esfuerzos y mucho tiempo para perfeccionarse.
Buscando más, entonces reparo en que quizás simples gruñidos, que luego encontraron un soporte en el arte rupestre, pudieron ser los primeros pasos que nos encaminaran a lo que mucho tiempo después se ha logrado expresar como conceptos y acciones que hemos aprendido a poner en común.
Bastante largo habrá sido el recorrido para convertir aquellos primeros trazos en el complejo sistema de signos que dieron paso a la escritura.
Pero de poco ha de servir todo lo que avancemos, si lo logrado cae en obsolescencia por desuso.