El estado de derecho es un puntal de la democracia. El profesor Juan Bosch en sus palabras del discurso que pronunciara tras tomar posesión de la presidencia de la República, el 27 de febrero de 1963, expresó entre otras cosas lo siguiente: “En una democracia no debe haber más gobierno que el de las leyes, y los hombres, cualesquiera que sean sus posiciones, están llamados a ser sólo los ejecutores de las leyes”.
Es decir la ley dispone el ordenamiento de la sociedad, así como los derechos y deberes de los individuos son consagrados por la ley, y la sujeción obligatoria de todos a sus postulados es lo que determina la paz social.
Aquel que transgrede la ley debe ser sancionado, no solo como ejemplo preservador del orden social, sino también como garantía de la igualdad y la preservación de los derechos individuales.
En nuestro país la realidad social ha sido la de una tensión entre la ley, como criterio supremo de control y la regulación social, la que ha venido evolucionando desde los extremos de la tiranía trujillista hasta alcanzar lo que vivimos hoy en un verdadero estado de derecho.
La noción de estado de derecho está ligada directamente a ese imperio de la ley como prerrequisito para el afianzamiento y funcionalidad democrática. Cuyo término conceptual lo concibieron los constitucionalistas americanos como el gobierno de la ley y no de los hombres, y que los franceses de la revolución plantearon como la imposibilidad de ninguna autoridad superior a la ley.
Entonces podemos definir el estado de derecho como el conjunto de instituciones públicas y privadas sometidas a un entramado de principios éticos lógicos y jurídicos, que regulan la autoridad del Estado, las aptitudes legales de sus órganos y la protección de la participación del ciudadano a través de la vigencia real de derechos y libertades, y todo estamos consciente que para que una democracia funcione se necesita de un estado de derecho, pues está defiende la soberanía del pueblo.
En nuestro país en una ocasión después de unas frustradas elecciones suspendidas, acudimos de nuevo en orden y entusiasmo a los colegios electorales y ejercimos el sufragio en condiciones normales y transparentes a votar y demostramos que los dominicanos tenemos una democracia fuerte.
Esta experiencia ciudadana y de vocación democrática se debe al buen estado de derecho que prevalece en el país, sobre todo después de ser sometida a fuertes crítica por la sociedad.
La verdadera democracia no existe fuera de la ley o por encima de esta, sino por la amplitud con la cual la sociedad materializa los intereses y la voluntad de los demás.
Para terminar la ciudadanía ha demostrado el grandioso poder que tiene el voto para decidir a quién favorecer, y en las elecciones los que pierden felicitan a los que ganan. Tal y como sucedió en las pasadas elecciones municipales y presidenciales.