“Tengo varias noches que no puedo dormir”, “se me hace casi imposible ir a comer a mi casa, por el trabajo y los tapones”, “ya no desayuno, siempre tengo que salir corriendo”, “paso el día y no me comunico con mi familia”, “no tengo tiempo”, “el trabajo y la maestría me lo roban todo”, son algunas de las tantas expresiones cotidianas que dicen los jóvenes profesionales entre 21 y 35 años, quienes creen que, por su propia juventud, son una especie de máquinas robóticas diseñadas con fines de trabajar y capacitarse profesionalmente, olvidando la verdadera esencia para la cual, como seres humanos, fueron creados por Dios.

El joven de hoy entiende que lo más importante y necesario es tener ese “éxito” que se les ha vendido, el cual implica obtener dinero, altas posiciones de trabajo, obtenidas a través de curriculums que, cuando los lees, son tan amplios en cuanto a experiencia de trabajo y capacitación intelectual que no concuerdan con su edad cronológica. Se les pide cuando se va a realizar una selección de puesto de trabajo, y para ambas que se necesita tiempo para que se den en la vida de una persona, lo que genera en ellos una necesidad imperante de querer correr sin primero gatear y luego caminar.

Los paradigmas en los cuales se basan nuestros jóvenes hoy están centrados, algo que es muy bueno hasta cierto punto, en que hay que prepararse como buenos y excelentes profesionales para poder competir en el medio laboral, lo cual los lleva a manejar de forma permanente altos niveles de estrés y ansiedad que generan en ellos graves trastornos de salud emocional y física. La frase “jóvenes emprendedores” está de moda. La gran mayoría ya ni quiere trabajar para otros y pertenecer a este grupo, olvidando de que todo tiene su tiempo y que hay rasgos de personalidad en los individuos indispensables para ejecutar una función de manera adecuada.

Toda acción trae consigo una respuesta. Como vemos, se olvidan de que tienen un cuerpo frágil, el cual responde a estas condiciones de su cotidianidad, trayendo como consecuencia en ellos trastornos físicos como cardiopatías (aproximadamente un 30 % de esta población tiene esta condición hoy en día), hipertensión arterial, ulceras, gastritis, diabetes sin haber existido antes en su familia y, sin querer ser drástica, muerte súbita por infartos cardíacos.

“¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?”. (Mateo 6:27)

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