En un restaurante cinco estrellas de esta ciudad, después de haberme llevado la carta y servirme una copa de agua, de forma discreta, en voz muy baja, el joven que me atendía me pregunta: “¿Usted se llama Grecia?”. Vuelve y pregunta: ¿Conoce a María del Carmen, la peluquera?”. Sonrío y le respondo: “Claro que sí”. Orgullosamente me dice: “Soy su hijo mayor, ¿me recuerda?”, a quien respondo: “Nunca te podría olvidar. Entiendo que otras clientes tampoco, cuando nos lavabas la cabeza mejor que cualquiera a los 10 años, para ayudar a tu madre y, por demás, ganarte una propina”. La semana pasada, después de un par de años sin visitar su salón, ya que solía ir algunos domingos o días de semana después de las 6:00 pm, por estar abierto hasta tarde, cuando no disponía de tiempo para ir al que sí acostumbraba de manera permanente, encuentro allí a los dos más pequeños, ya que es una madre con cuatro hijos, soltera, los cuales ha levantado con el sudor de su frente, anexando todo lo que fuese vendible en su salón hecho por ella, como buenos jugos, pastelitos, etc. Solía repetir: “Tengo que buscar los “chelitos” honradamente para criar mis muchachos.” El de once, se para unos minutos después de yo estar allí, y me pregunta: “¿Desea café?”. Acepto el brindis, y me pregunta: “¿Cómo lo toma, claro o fuerte?”. Traigo este ejemplo hoy, en una semana de mucha violencia y temas tan negativos, que pareciere que no hay salida, para que con el caso de esta familia veamos que sí se puede levantar hijos sanos emocionalmente, con valores, y que la falta de recursos o vivir en barrios no es motivo de condenación para que los niños de hoy, mañana se conviertan en delincuentes. Esta madre, recuerdo, ponía a los mayores a barrer, secar el agua, lavar las tazas, y por qué no, como ella decía, hacer cosas de peluquería, si de eso era que ellos vivían; y por asuntos de necesidad se los tenía que traer a su lugar de trabajo, y por ende ponerlos a que le ayudaran en su labor. Actualmente, trabajan, están en la universidad, y, estos dos (la más pequeña una niña de seis años) siguen desempeñando el papel que fue ejemplo para ellos. Pero Carlitos, no solo ofrece café, sino que sabe las tarifas de los servicios ofertados en el negocio. Amor, valores, autoridad y reglas claras, sin importar nivel social, son base fundamental para el cambio que necesitamos.

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