Mientras el ministerio de Economía informa que el pasado año 268 mil 515 dominicanos cayeron en la pobreza general a causa de los efectos del Coronavirus, y que otros 594 mil 745 no entraron en la línea de pobreza monetaria general por los subsidios sociales con que los auxilió el gobierno.
Existiendo cientos de miles de dueños de micro empresas operadas por una o dos personas que aún no consiguen operar a plenitud la unidades de producción o comercio con que sustentan a sus familias.
Cuando el presidente Luis Abinader y su gobierno trabajan 24/7 para reactivar la economía y los empleos, y se emplean a fondo en sacudir en las diferentes zonas del país el espíritu emprendedor del criollo, tan golpeado por las secuelas negativas de la pandemia, en todos los órdenes.
En momentos en que el Presidente desarrolla ingentes iniciativas para que República Dominicana evada el cerco monopólico que hacen los países más poderosos con las vacunas para el COVID-19, y continuar el Plan Nacional de Vacunación ya iniciado.
Justo cuando el mortal virus sobrepasa por mucho los más de 3 mil muertos que nos dejaron la guerra civil y la intervención norteamericana de 1965, y sigue el conteo diario de vidas que perdemos, como en todo el mundo.
Mientras los especialistas médicos y las autoridades constatan que la sicología del criollo empieza a somatizar la enfermedad, dejando lastres de una enorme secuela de dolor, vacíos existenciales y miedos.
Mientras se hace frente a todos esos temas de invaluable y crucial magnitud, nos estamos embarcando, y hasta hacemos sonar tambores de guerra, alrededor de las diferencias que tenemos sobre el aborto y las atenuantes que se considera pudieran dar lugar a que se produzca.
En la médula del debate hay motivaciones religiosas y de derechos sociales que han dividido a muchos pueblos y los han llevado a enfrentamientos fratricidas, a guerras de largo y letal aliento.
Frente a la escalada de daños irreversibles que nos deja la pandemia, que deben ser abordados con el sentido de premura que le da el Presidente; frente a las secuelas de todo tipo que nos tomará décadas mitigar y erradicar, la discusión del aborto luce bizantina e inoportuna, en este momento.
Ojalá nos concentremos ahora en recuperarnos de los daños provocados por la epidemia, siguiendo el ejemplo tesonero y constructivo que nos da cada día el presidente Abinader y posterguemos ese debate para más adelante, si es que no podemos buscarle una vuelta satisfactoria.
Haya paz, el nido de constructiva paz que nos canta el poeta. Mir.