“Tengo un problema en mi universidad. En el trimestre me ha tocado un compañero en un grupo de tres que no quiere colaborar, todo lo hago yo. Mis reclamos los ve como acoso, y amenaza con denunciarme por ello”. Me tocó compartir un vuelo de una hora, de una ciudad a otra en España, con una abogada de 38 años, quien mientras conversábamos, con respiro profundo, me cuenta que venía de un tribunal por demanda laboral de un joven de 21 años que no rinde en el trabajo, solicita licencias médicas por supuesta angustia debido a que se le exige que haga para lo que fue contratado. Es una empresa de doce mil empleados en ese país, donde la mayoría de problemas laborales y demandas son originados, me comenta ella, quien trabaja en Recursos Humanos desde que se graduó en los últimos ocho años, en colaboradores menores de 35 años, para los cuales todo es un “abuso” y un “irrespeto”.
Dos ejemplos de una nación desarrollada, ya que el primero también se trata de un joven excelente estudiante de una renombrada universidad de España, con los cuales quiero establecer un paralelismo con nuestro país, donde todavía podemos tomar decisiones como eliminar a un compañero de clase que no quiere colaborar, y reportar dicho comportamiento. Si bien es cierto que es bueno copiar aquellas cosas que contribuyan al desarrollo social y económico, hay que tener mucho cuidado con otras que quieran imponernos con la palabra “derechos”, pero que sutilmente nos podrían acarrear problemas fuera y dentro de los hogares.
¿Qué significa tener derechos? ¿El no respetar? ¿Querer imponer tus ideas, aun inverosímiles, como buenas y válidas a los demás? ¿El considerar que todo lo que se te exige, empezando dentro del hogar, con la finalidad de asumir compromisos y cumplirlos, es un maltrato, ofensa y abuso? ¿Poder insultar a un profesor cuando este pretende inculcarte normas y valores patrios y morales? ¿Que en el trabajo no se te exija nada y puedas faltar, porque también es una violación a tu dignidad? ¿Poderte llevar una luz roja sin asumir consecuencias? ¿Andar en las calles sin importar hora del día o la noche, con un estrepitoso ruido que rompe todos los decibeles aceptables al oído? ¿Llevar en tus manos un volante de vehículo pesado o uno de transporte público, desafiando la vida de todo el que te pasa por el lado?
Entendamos juntos el diferenciar deberes, derechos, y sobre todo preservemos nuestra identidad como nación.