En esta semana asistimos a interesantes reflexiones públicas de algunos de nuestros obispos, al atribuírsele a monseñor Víctor Masalles afirmar que su Iglesia padece vacío de liderazgo, lo que rasgó algunas sotanas en la jerarquía católica.
El escarceo quedó zanjado cuando Masalles advirtió que se descontextualizó y exageró un aspecto de un análisis que hiciera recientemente, sesgándose algunas de sus consideraciones.
El tema concitó exposiciones de otros obispos, incluyendo al presidente de la Conferencia Episcopal, Freddy Bretón, quien aportó que algunas situaciones podrían originarse en que “la sociedad vive otros tiempos”.
Pondero esa opinión de Bretón, quien sin dejar de asuntar la vida desde la perspectiva elemental de nuestros campesinos, es intelectual de bien amueblada ilustración.
El repentismo y cortoplacismo con que se ha manejado al país tras el tiranicidio, nos ha llevado a no agobiarnos frente a los cambiantes desafíos que imponen a todos estos “otros tiempos”.
A casi todas las instituciones nacionales se les presentan situaciones parecidas al vacío de liderazgo, en una sociedad que no puso a tiempo los bueyes delante de las carretas.
Estamos acicateados por la concentración poblacional en unas pocas ciudades, sin que fuera prevista su extraordinaria demanda de servicios públicos, y los requerimientos de infraestructura técnica y tecnológica que plantea la vida moderna.
El sostenido crecimiento económico, la expansión del turismo, las zonas francas y otras manifestaciones de la infraestructura social nos encontraron con desvencijados servicios y sin un andamiaje institucional capaz de ordenar la vida de relación, garantizando derechos y obligaciones ciudadanos.
Los abruptos cambios ocurridos sin que trazáramos líneas gruesas de gobernabilidad y desarrollo en todos los órdenes, especialmente en las áreas de tecnología y planificación estratégica, nos agarraron asando batatas.
La irrupción tecnológica iniciada en los 70 y los 80 ha demandado cambios en todo tipo de instituciones nacionales, en los que a fuerza de práctica diaria, hemos tenido que hacerles espacios a los nativos de la era digital en los mandos de todas las instancias.
De eso tratan en el fondo las inquietudes de nuestros obispos y los cambios que lidera el presidente Abinader, coronados en esta semana con sus propuestas de Agenda Digital 2030 y un paquete de reformas que con muy buen pie han empezado a abordar los partidos políticos con la atinada mediación del Centro Económico y Social.
Las reflexiones de los monseñores sobre estos “otros tiempos” devino en fecundo ejercicio sobre el que de alguna manera debemos seguir escudriñando, como cuando aún al costo de tener que desdecirse, Galileo insistía: Pero se mueve.