En el mes de abril de 1965, hace hoy 56 años, se produjo en nuestra nación uno de los acontecimientos políticos de mayor significación en el siglo XX y en toda la historia dominicana: la denominada Revolución de Abril.
Este acontecimiento fue, en principio, una respuesta político-militar al golpe de Estado en contra del gobierno constitucional del profesor Juan Bosch, que fue perpetrado en septiembre de 1963. La intención inicial era derrocar el gobierno de facto de Donald Reid Cabral, y restaurar al presidente Bosch en el poder.
Luego se convirtió en una guerra civil entre los sectores militares y civiles que defendían, uno, el retorno a la constitucionalidad y de Bosch, y el otro, la continuidad del gobierno golpista e ilegal.
Cuando los sectores partidarios de Bosch estaban derrotando a los golpistas, el 28 de abril se produjo la segunda intervención militar de Estados Unidos, y ante esa violación de la soberanía nacional, el proceso de abril de 1965 tomo un giro y se convirtió en una guerra patria.
Este 24 de abril, más de cinco décadas después, el proceso vivido en 1965 sigue teniendo una gran trascendencia e importancia en nuestro presente y nuestro porvenir. Y son muchas las enseñanzas que se pueden extraer que nos pueden servir de ayuda en el recorrido hacia una sociedad más justa y más solidaria.
La primera enseñanza es entender el grave error que representa romper el orden institucional y las graves consecuencias que trae consigo. Uno de los errores históricos más graves cometidos por los sectores conservadores de la sociedad dominicana, ha sido el golpe de Estado en contra del gobierno constitucional de Juan Bosch. Eso desencadenó el contragolpe, la manifestación popular, la guerra civil, la intervención militar estadounidense y luego la guerra patria. Provocó miles de muertos y atrasó el curso de la historia dominicana.
La segunda enseñanza es confirmar el valor, el coraje y la unidad del pueblo dominicano para exigir sus derechos, para defender el orden constitucional y para enfrentar, “con bravura de leyenda”, una segunda intervención militar del más poderoso ejército del mundo.
La tercera enseñanza es confirmar que los seres humanos pueden cambiar y asumir la defensa de lo correcto, sin importar cuál haya sido su pasado. Es lo que sucedió con el coronel Francisco Alberto Caamaño. Años antes de 1965, Caamaño era comandante de los tenebrosos “cascos blancos”, un sector de la Policía que enfrentaba y reprimía las protestas populares. Con el baño de pueblo que recibió en abril, Caamaño se transformó, asumió el sentido de la historia, fue el líder militar del proceso, se le nombró presidente constitucional de la República y asumió la digna condición de Héroe Nacional.
Una cuarta enseñanza tiene que ver con la incapacidad de las fuerzas progresistas y de izquierda, para entender lo que fue la Revolución de Abril y cómo abordar sus consecuencias. Tras la firma del acuerdo de fin de la guerra, ya que ninguna de las fuerzas pudo derrotar de manera definitiva al otro, los sectores progresistas no pudieron, o no supieron, desarrollar una estrategia eficaz para readecuarse a las nuevas circunstancias y poder convertirse en una opción de poder.
Quedan muchas enseñanzas pendientes de analizar, pero podemos finalizar expresando que la más importante enseñanza es que los hechos que provocaron y desencadenaron la Revolución de Abril de 1965, nunca jamás deben volver a repetirse. Por el bien de la nación, de la democracia y de todos nosotros.