Salir a la calle en estos tiempos es casi un acto de heroísmo. Sin ánimo de ser tremendistas, hay quienes han preferido seguir haciendo sus diligencias de manera remota como lo hacían al inicio de la pandemia.
Nada de cambiarse, ni mucho menos gastar combustible en los tediosos entaponamientos, para salir a una selva de cemento que parece encontrar nuevos ejemplares con mucha mayor capacidad de sorprendernos cada día.
Como si no fuera mucho conducir en un país donde la seguridad vial es nula, hay que tener cuidado hasta con el que pide en la esquina, no vayas a pisarle un pie mientras hace su habitual recorrido, para levantar algún dinerito.
Sumemos a eso la agresividad que se percibe en la gente, el dominicano que de por sí es un ser especial, alegre, bulloso, solidario, que no baraja pleito.
Las redes sociales han democratizado la información de una forma que hay quien quiere ser viral, aunque tenga que darle un trompón a un agente de la Digesett o a su madre, lo importante es ser viral.
Y así vamos perdiendo la esencia de los que somos, seres humanos capaces de socializar y convivir con todo lo que nos rodea.
Escenas de violencia vemos en nuestras pantallas y solo se convierte en material de primera para los partidos políticos de oposición que lo usan como estandarte en sus discursos antigobierno.
¿Qué nos está pasando? ¿En qué podemos contribuir para cambiar esta sociedad violenta? Me pregunto con frecuencia, y no quisiera imaginar en qué pudiéramos convertirnos si no hacemos un alto, si en nuestras familias no nos revisamos, si en lugar de estar a la ofensiva, practicamos la resiliencia.
Necesitamos que desde el Estado nos proporcionen herramientas eficaces para contrarrestar los males de una sociedad enferma, y es cuando pregunto ¿qué ha pasado con la Ley de Salud Mental?
El diputado Aníbal Díaz logró el consenso en la Cámara de Diputados para que esta pieza fuera una realidad, pero ha sido engavetada en medio de casos evidentes que requieren más allá de una línea de ayuda de un departamento de salud mental del Ministerio de Salud.
Necesitamos normativas que nos ayuden a enfrentar de manera integral los daños que ha dimensionado la pandemia, con simples acciones no basta. Estamos a tiempo de trabajar en pos de una cultura de paz.