Con el desarrollo y la puesta en funcionamiento de las llamadas redes sociales, (en realidad el término correcto debería ser plataformas digitales, de ahí las comillas en el título), la humanidad se encontró con un instrumento de extraordinario poder y de un alcance nunca antes conocido.
Comenzaba a tener sentido la frase aquella de que las personas, sin saberlo, teníamos el mundo en la palma de nuestras manos y que un solo clic era la llave que nos abría las puertas de cualquier destino, sin importar cuán lejos estuviera.
El surgimiento de plataformas digitales como Facebook, Twitter o Instagram, permiten transmitir y recibir contenidos de toda índole.
Esto sin hablar del sitio web YouTube, donde la gente sube de todo, así tal como lo leyó, la gente sube de todo.
No faltan los tutoriales hasta para ensartar una aguja.
Hasta cierto punto resulta entretenido el contenido que la gente es capaz de compartir en sus cuentas, así como los comentarios que les dejan quienes visitan y revisan su contenido.
El problema surgió en el momento en que se pensó y se comenzó a aprovechar a las redes sociales como medios de información, como si cada miembro de la comunidad, a través de sus respectivas cuentas se constituyera en un medio de comunicación, como un diario o programa de noticias.
Desde entonces, todo el mundo se cree capaz de producir y reproducir contenido informativo, el cual en la mayoría de los casos carece de veracidad.
Del mismo modo, las “primicias” suelen ser difamaciones vulgares, desinformación total.
Quienes dan un uso consciente e inteligente a las redes han entendido el verdadero sentido de un instrumento de suma importancia, que de ser bien administrado por los usuarios sería el verdadero aliado que se pensó se convertiría desde el principio.
A esto no se escapan los medios de comunicación, ni los periodistas, pues en su afán por dar el palo periodístico transmiten primero y confirman después.
Es alarmante la cantidad de muertes de figuras del espectáculo y la política que han sido “informadas” a través de Facebook y Twitter, producto de la mente ociosa de alguna persona y que los demás reproducen sin detenerse a verificar la fuente, solo para ser el primero en subir “la noticia del día”.