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Como si tratara de un desafío a la autoridad las bandas y el crimen organizado fueron los protagonistas de los principales titulares en los medios de comunicación, tras varios casos registrados en diferentes puntos, en los que corrió la sangre, cual si se tratara de otro país y no de República Dominicana, una tierra de gente noble y solidaria.
El presidente Luis Abinader anunció el pasado jueves el despliegue de las Fuerzas Armadas a las calles, junto a la Policía Nacional para combatir la delincuencia y reconoció que en las últimas semanas la delincuencia había experimentado un “aumento significativo”.
De repente, por lo menos en los días pasados, nos sobrecogió un clima de inseguridad como si estuviéramos en México o Puerto Rico, que está mucho más cercano y registra una alta tasa de criminalidad, y todo apunta a juzgar por los casos que vimos solamente en el fin de semana, que la delincuencia está ganando cada vez más terreno, lo que se convierte en un gran peligro no sólo para los dominicanos, sino para los turistas que nos visitan.
Uno de los casos registrados este fin de semana tuvo como protagonista al empresario italiano Lucas Garafalo, asesinado a tiros dentro de su vehículo. Este caso nos pone en el ojo del mundo y no de la manera que quisiéramos ser noticia más allá de nuestra frontera.
Los dominicanos que apuestan a vivir en su país, están desconcertados. De un extremo a otro circulan los videos que recogen algunos de estos hechos sangrientos ejecutados por bandas, que al parecer no les ha quedado claro el mensaje con voz enérgica que ha dado a la nación el primer mandatario.
Habiendo logrado gestionar la crisis de salud que provocó en el mundo el Covid 19, los ojos saltaron hacia la intención de fortalecer los cuerpos del orden, iniciando con la intervención de la Policía. Llegó el plan de desarme de la población y el anuncio del uso de la tecnología como herramienta importante para contrarrestar la delincuencia.
Se han dado pasos de avances, pero lo que hemos visto en estos días nos indica que requerimos de un plan de mayor contundencia, de manera que no sea tarde para recuperar la paz y mantener la buena imagen de un país hospitalario, de gente noble y humilde, y nos afecte en términos de oferta turística, necesitamos acciones más enérgicas para que no se pierda la esperanza del cambio.