La sociedad dominicana ha cambiado tanto que hace 22 años, un político que ya había sido electo presidente en seis ocasiones distintas, pero que ya era nonagenario y estaba completamente ciego, participó en unas elecciones como candidato presidencial, lo cual ya es “mucho con demasiado”, pero además, fue competitivo ya que logró obtener cerca de una cuarta parte del total de los votos emitidos en esos comicios, y estuvo al tris de clasificar para una segunda ronda.
Obviamente, se trata de un caso excepcional, incluso para esa época, y en este tiempo, ni hablar. Ahora sería impensable. Pero es oportuno mencionarlo, porque da una idea de cuánto hemos cambiado.
En ese entonces, la imagen de un presidente mesiánico, mítico y con extraordinarias cualidades, seducía a gran parte de la población dominicana.
De hecho, después del reinado del enigmático Joaquín Balaguer, que compartió escena con figuras de igual estatura, como Juan Bosch y José Francisco Pena Gómez, le tocó asumir la transición a un Leonel Fernández que tenía algunos rasgos de esos tres líderes, aunque era una versión moderna.
Y es que el cambio no podía ser tan brusco. Pero a medida que ha pasado el tiempo, el modelo de líder presidenciable ha ido variando, y ahora cualidades como la eficiencia, la capacidad de trabajo y la cercanía, son más valoradas. Por eso llegan Hipólito Mejía, Danilo Medina y Luis Abinader.
Son presidentes con estilos distintos, pero tienen en común que salen de sus despachos a palpar la realidad con sus ojos. Se mueven por cualquier lugar. Son presidentes todoterreno.
Todos tienen que hacerlo
A partir de ahora, es difícil que lleguen al Palacio Nacional candidatos distantes, acartonados y que sean endiosados por sus seguidores. El modelo es diferente. La campaña del 2020, con los tres principales candidatos presidenciales en la calle con todo y pandemia era una muestra de esa nueva realidad.