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Leonel Fernández es una muestra viviente de que el perfil del líder, sobre todo del presidenciable, ha cambiado de manera significativa. Él ha tratado de adaptarse sobre la marcha, y por eso mantiene su vigencia, casi 30 años después de que asumió su primera candidatura a un cargo electivo nacional. Hablar “bonito”, que era entonces su principal fortaleza, no le bastaría. Ahora le toca resaltar su experiencia, que obviamente la tiene, y sus realizaciones, que sin dudas también puede exhibirlas. Pero no solo eso. El Leonel Fernández de ahora también luce más cercano, humano y aterrizado que aquel joven excesivamente formal y en cierto modo acartonado que fue candidato a vicepresidente en el 1994 y a presidente en el 1996. Ahora baila, canta en karaokes, bebe café en las casas de sus seguidores, come yaniqueques y hasta bebe “esquimalitos”. Es decir, hace cosas que no hacía cuando era más joven, porque su proverbial formalidad no se lo permitía. En resumen, el perfil que presenta, en su intento de regreso, es el de un político capacitado y experimentado pero al mismo tiempo sensible, sencillo y jovial.
Danilo y Luis
A Danilo Medina no se lo van a reconocer ahora, pero es uno de los grandes responsables de este cambio de modelo. La locuacidad no fue nunca una de sus cualidades, pero en vez de eso vendió un estilo práctico que convenció en el 2012, y todavía más en el 16, cuando ya tenía logros que exhibir y había configurado un perfil como gobernante. No solo se mostró como un gerente eficaz, sino sumamente cercano, distinto a como se veía su antecesor. Las visitas sorpresa fueron una de las herramientas utilizadas, pero no era lo único. Se descubrió un nuevo tipo de líder detrás del político tímido, poco expresivo y al que propios y extraños calificaban como insípido. Con el triunfo de Luis Abinader, se confirma que la sociedad prefiere presidentes que muestren liderazgo, eficiencia y cercanía.