Algo interesante ha ocurrido en los últimos procesos electorales con relación al tercer lugar. El que queda en esa posición, se desploma poco antes de las elecciones. Así le ocurrió al PRSC en el 2004, cuando sacó un 8 por ciento de los votos y en el 2008, cuando tocó fondo, logrando apenas un 4 por ciento de los sufragios. En ambos casos, las encuestas señalaban que a los rojos el tercer lugar no se lo despintaba nadie, pero esos sondeos le otorgaban porcentajes más altos que los que finalmente lograron cuando se contaron los votos. El fenómeno tiene su explicación. En un sistema de doble vuelta, cuando a un partido lo etiquetan como el seguro dueño del tercer lugar, a última hora pierde una cantidad significativa de votantes, que se inclinan por dar el voto a una de las opciones con posibilidades de competir. Solo los muy fieles mantienen su apoyo al partido que está tercero, sobre todo si está muy distante del segundo.
Alianza País
El PRSC se cansó de quedar en tercer lugar y decidió, tanto en las elecciones del 2012 como en las del 16, aliarse a una de las dos fuerzas mayoritarias. Es decir, formar parte de una de las coaliciones principales, lo que le garantizaba negociar cuotas de poder desde la misma primera vuelta y no esperar a una segunda que nunca llegaba. Así, en el 2012, apoyó a Danilo Medina y el PLD, y en el 16, a Luis Abinader y el PRM. En ambos casos, Guillermo Moreno y Alianza País quedaron en tercer lugar, primero con un 1.37 por ciento de los votos y luego con un 1.83. En el 2020, la alianza fue con Fuerza del Pueblo y Leonel Fernández, o sea que formaron parte de una coalición que quedó en tercer lugar. Como se ha visto, el tercer lugar sirve de poco cuando no hay segunda vuelta. En el caso del 20, los de la FP, claramente tenían dos objetivos: hacer perder al “viejo partido”, o sea, al PLD, y forzar una segunda ronda. Finalmente, lograron la mitad de sus objetivos.