En el año 1999 los peledeístas se enfrentaban al reto de escoger un candidato presidencial para intentar mantenerse en el poder en las elecciones del año siguiente, ante el impedimento constitucional del entonces presidente Leonel Fernández de seguir en el cargo. Los dos precandidatos eran Danilo Medina y Jaime David Fernández Mirabal. El entonces secretario de la Presidencia era el fuerte en las bases peledeístas, y el vicepresidente de la República gozaba de mayor simpatía fuera del partido. Lo primero era muy evidente, y lo segundo lo reflejaban las encuestas del momento. Consciente de esa situación, Fernández Mirabal pedía a los miembros de su partido que pusieran “el oído en el corazón del pueblo”, pero fue como arar en el desierto. Medina le ganó ampliamente. En ese entonces, el sistema de votación del PLD era sumamente cerrado. Eran los tiempos del voto orgánico.
PRSC
Otro ejemplo donde los militantes de un partido han hecho una selección divorciada de la preferencia de la gente ocurrió en el proceso interno del PRSC con miras a las elecciones del 2004. Jacinto Peynado era el candidato natural, pues había sido vicepresidente de Joaquín Balaguer, y se veía como el relevo del líder. Sin embargo, Eduardo Estrella, apoyado por “la casa”, derrotó sorpresivamente a Peynado. Cuatro años después, Estrella fue protagonista de un episodio casi idéntico, pero le tocó jugar el papel contrario. Cuando por fin la gente lo asimilaba como el candidato reformista, las bases prefirieron a Amable Aristy Castro. Los rojos pagaron en ambos comicios el costo de sus malas elecciones. Primero sacaron un 8% y luego un 4.
Enseñanza
Lo anterior muestra que las primarias abiertas, con padrón de la Junta, ayudaría a los partidos a tomar mejores decisiones. Esa sería una de las ventajas, pero no sería un sistema perfecto. Como tampoco lo es el del padrón cerrado. Lo que sí está claro es que la JCE debe arbitrar los procesos. La afirmación de que los partidos no están en capacidad de montar sus primarias es tan penosa como cierta…