El poder ahora es más efímero que antes, según la teoría enarbolada por Moisés Naím. Es “cada vez más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder”, dice el escritor venezolano en su exitoso y muy comentado libro El fin del poder.
Sus argumentos son convincentes, porque habla con ejemplos de lo que ha ocurrido en la política, las empresas, los sindicatos y otras muchas áreas. Aunque es un fenómeno global, en República Dominicana parece haber una excepción en el caso del siempre codiciado puesto de la presidencia.
A los últimos que han ocupado ese cargo, les ha costado mucho obtenerlo, pero han tenido menos dificultades para retenerlo.
Los casos
En 1996, el camino del joven abogado y político Leonel Fernández hacia la presidencia no fue fácil, pero se unieron una serie de factores a su favor, incluyendo el apoyo de dos de los tres principales líderes políticos de la época. Derrotó al tercero de esos líderes, aunque tuvo que ir a una segunda vuelta. Mucho menos difícil que ese primer triunfo fue volver al poder en el 2004, cuando ganó con un 57 por ciento de los votos, y cuatro años después lo retuvo con un 53.
Pero más ilustrativo aún es el caso de Danilo Medina, que para ganar en el 2012 se benefició de errores del contrario y aciertos propios, pero lo más determinante fue el apoyo de Fernández, que metió todo el brazo en un juego en el que no le tocaba lanzar. Danilo llegó gracias a Leonel, pero cuatro años después ganó, sin Leonel y se puede decir que a pesar de él, y esta vez con un 62 por ciento de los votos.
Las elecciones del 2024 no han pasado, pero si se da lo que dicen las encuestas más conservadoras, Luis Abinader, que en el 2020 logró poco más de lo necesario para irse en primera vuelta, retendría la presidencia con un porcentaje de votos mucho más alto y un margen más amplio sobre sus contendores.