En materia electoral, en República Dominicana, a veces nos vamos de un extremo a otro con relación a las reglas que rigen la competencia. Sucedió con el tema de la reelección presidencial, por ejemplo. En la Constitución dominicana se han incorporado todos los esquemas existentes en ese aspecto, desde la reelección indefinida hasta la prohibición total, pasando por otros modelos. Y todo en un tiempo relativamente corto. Como si no supiéramos lo que queremos y cuáles son las reglas más convenientes. En el 1994 se eliminó definitivamente la opción de repostulación al presidente de la República, y en ese momento se hablaba de la reelección como una de las causas de casi todos los males nacionales. Tan solo ocho años después se cambió ese modelo para permitir un segundo periodo a los mandatarios. Quizás la intención no era la más loable, porque buscaba beneficiar a un gobierno en particular, pero se ha demostrado que es el que más se ajusta a nuestra realidad. De hecho, es el que rige actualmente, luego de un intento de otro modelo que permitía aspirar a un presidente luego de una pausa de cuatro años, lo que implicaba mantener los mismos líderes vigentes, ya que todo expresidente se convertía en un aspirante a volver cuatro años después de salir.

El voto preferencial

Lo que ocurre con el voto preferencial es otro ejemplo de cómo cambiamos las reglas de juego. Se trata de un sistema que permite al ciudadano seleccionar de manera directa a sus representantes. En el caso dominicano se ha aplicado con los diputados y en las últimas elecciones se extendió a los regidores. El esquema se incorporó a partir de las comicios del 2002. Era fácil de venderlo: Más participativo, democrático, y crea un vínculo con elector y candidato. Todo eso se decía antes, pero ahora no solo se busca eliminarlo, sino que se le califica como un sistema dañino y perverso.

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