La sociedad ve como algo natural, y muy positivo, cuando un joven decide seguir los pasos de alguno de sus padres en la medicina, el derecho, el arte o en los negocios. Pero no siempre pasa así cuando el caso se da en el ámbito de la política. Se tiende a pensar que se trata de maniobras de parte de los mismos políticos para mantener incidencia a través de sus descendientes y que estos llegan y logran avanzar, empujados, casi literalmente, por sus progenitores. La realidad es que en los partidos se está observando cada vez más la presencia de dirigentes, hijos de políticos, que sobresalen en esas organizaciones y llegan a puestos directivos y cargos electivos o gubernamentales, pero en la gran mayoría de los casos son figuras con sus propios méritos y aportes y que están contribuyendo a hacer la diferencia y a impulsar el proceso de renovación que necesita el sistema político dominicano.
El PRM
La situación se da en todas las organizaciones políticas del sistema, grandes y pequeñas, pero en el Partido Revolucionario Moderno (PRM) hay más casos, además de que estos son más notorios debido a que muchos han recibido la oportunidad de brillar desde puestos de poder. Carolina Mejía ya se ha ganado un nombre en el partido oficialista, en cuyo organigrama, es la segunda al mando, mientras su hijo Juan Garrigó exhibe la sagacidad del abuelo, la afabilidad de la madre y el carisma de ambos. Wellington Arnaud, hijo de políticos, se destaca como uno de los funcionarios más eficientes de la actual administración, al igual que Fellito Suberví. Enmanuel Bautista, desde el Congreso, empieza a hacer su propio nombre, y ni hablar del recorrido que ya ha avanzado Faride Raful. Y aunque no es del PRM, sino aliado, Luis Miguel De Camps se perfila como una de las figuras principales del relevo generacional de la política criolla.