Una vez más, como ha ocurrido a lo largo de 62 años, la Revolución Cubana y su pueblo enfrentan de pie las embestidas de los eternos enemigos yanquis, la reacción mundial y sus aliados. Nada de esto sería noticia de no ser porque el presidente Biden no se ha atrevido a remover las 243 medidas adicionales aprobadas por Trump para reforzar el bloqueo norteamericano contra la isla, y no se hallase el país en el pico de la pandemia.
Los sucesos del 11 de julio, cuando en distintos puntos de la geografía nacional cubana tuvieron lugar protestas por las deterioradas condiciones de vida, la falta de alimentos, medicinas y energía eléctrica, resultado de la combinación de los efectos del bloqueo con ajustes económicos y sus efectos sociopolíticos, terminaron con enfrentamientos de los manifestantes con las fuerzas del orden y la población, mayoritariamente revolucionaria, que se vieron obligadas a restablecer la ley violada y poner fin al saqueo de tiendas y ataques contra personas e instituciones gubernamentales, incluidos hospitales y salas pediátricas. No todos fueron manifestantes pacíficos ejerciendo el derecho a expresar sus críticas: grupos de vándalos, a quienes no importaban los reclamos ni el diálogo, sino el botín a robar o los objetos a destruir, se vieron actuando junto a provocadores mercenarios a sueldo de las organizaciones terroristas de Miami y del gobierno de Estados Unidos, que dedica cada año decenas de millones de dólares para fomentar el descontento, construir una oposición interna y dividir y desmovilizar al pueblo.
La intentona fue derrotada, a pesar de la manera artera en que se provocó, en medio de una pandemia que está siendo combatida con todos los recursos disponibles y sin olvidar a nadie. La vida de los cubanos no importaba a los ojos de los organismos de inteligencia norteamericanos, representantes del mismo gobierno que se precia de democrático y humanitario y no ha tenido la decencia ni la altura moral de hacer un alto en su guerra contra Cuba, ni siquiera en medio de esta terrible epidemia, ni teniendo a la vista el reciente voto de condena al bloqueo de 184 países en la Asamblea General de la ONU.
A pesar de estas vilezas del Gobierno norteamericano, Cuba es de los pocos países del mundo que ha logrado vacunas propias altamente eficaces; que hace cerca de 50 mil pruebas diarias a su población; que hospitaliza y mantiene a todos los enfermos a costa del Estado; que no cobra por las pruebas ni los tratamientos, y que presta ayuda con brigadas médicas a otras naciones que lo han necesitado.
En víspera de la conmemoración del 68 aniversario del asalto al cuartel Moncada, heroica acción comandada por Fidel Castro y que dio inicio a la última etapa de las luchas libertadoras del pueblo cubano contra la dictadura de Batista, estrecho aliado junto a Trujillo de los gobiernos norteamericanos de la época, Cuba está de pie y vigilante. No dejará de atender, proteger y sanar a todos los cubanos, independientemente de sus ideas políticas, y seguirá con su diálogo nacional, su rectificación de errores y su perfeccionamiento de la sociedad socialista. Nada ni nadie podrá apartarla de su probada tradición humanista, su defensa de la soberanía, la independencia, la libertad y la autodeterminación, ni evitará que preste ayuda solidaria a los demás pueblos del mundo.
Cuba no está sola. Es un país culto, consciente, militante; que conoce su historia y sabe distinguir a sus enemigos y amigos, internos y externos. A un pueblo así no se le derrota ni con bloqueos, ni con provocaciones, ni con falsas oposiciones mercenarias, ni con vándalos desclasados, ni con agresiones militares del imperialismo.
Los cubanos son un pueblo revolucionario, solidario, pacífico y trabajador; formado en el fragor de su lucha por la independencia y la soberanía, desde mediados del siglo XIX, y que echó definitivamente andar el 26 de julio de 1953, tras el ataque al cuartel Moncada. Solo pide que lo dejen vivir y resolver sus problemas entre cubanos, sin guerras, bloqueos, campañas de odio, amenazas ni la hostilidad del “…Norte revuelto y brutal, que nos desprecia”, como definió Martí al imperialismo en su última carta, antes de caer en combate.
El pueblo dominicano, en este nuevo aniversario del 26 de julio, reafirma su tradicional hermandad con el pueblo cubano y el apoyo a su Revolución ante la nueva embestida del enemigo de todos los pueblos del mundo: el imperialismo yanqui. ¡¡En Cuba siempre es 26!!