Desde que el 27 de febrero de 1844 RD derrotó una invasión haitiana que había mancillado nuestra soberanía durante 22 años, hemos tenido múltiples incidentes e inconvenientes con los vecinos al oeste.
Hemos suscrito con Haití múltiples tratados y convenios para definir la separación fronteriza y compartir el territorio de la isla, con base en políticas de buena vecindad. Cuando ambos países salimos de las tiranías, nosotros de la de Trujillo y ellos de las de los Duvalier, nosotros hemos evolucionado hacia una democracia que nos ha permitido mayores niveles de gobernabilidad.
Ellos han devenido en lo que caracterizan los especialistas como un estado fallido, entre cuyas características están que sus autoridades no tienen el control, el orden, ni la seguridad de su territorio ni el funcionamiento cabal de sus instituciones.
Ahora grupos de haitianos desconocen el tratado suscrito entre ambos países -que pronto cumplirá 100 años-, que pauta el consenso para cualquier modificación del curso del río Masacre que, aunque nace y muere de este lado, una parte de él pasa por Haití.
Se trata de una abierta provocación del vandalismo con que actúan allí grupos integrados por pandilleros y comerciantes inescrupulosos.
Ante esa acción vandálica nuestro gobierno ha llamado al haitiano a resolver la situación en el marco del diálogo, las precisiones técnicas y la acción diplomática, que incluye el cierre de nuestras fronteras territoriales, aéreas y marítimas.
Todo el país debe mantenerse unido alrededor de lo que es el interés supremo de la nación, incluso si ello nos representa perjuicios políticos, económicos o de cualquier otro tipo.
Luis Abinader ha mostrado, desde su llegada a la Presidencia, que en buenas manos está el pandero, dejando líneas claras y firmes en el sentido de que los dominicanos somos el pueblo más solidario con los haitianos.
Que ya soportamos una parte importante de las cargas que ocasiona sobre su gente la condición de país más pobre del hemisferio, y que no estamos en capacidad de soportar mayores sacrificios, pues nosotros también tenemos las carencias y limitaciones propias de país subdesarrollado. Que los déficits y desórdenes de Haití no tienen solución dominicana, ha proclamado Abinader en todos los escenarios, y en ese sentido ha dejado saber con toda claridad que la seguridad y el orden allí son responsabilidad de la comunidad internacional.
Así mismo ha adoptado medidas muy concretas como el levantamiento de una verja perimetral para controlar la inmigración ilegal; mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida, y equipamiento de los militares que sirven en la frontera, y deportación masiva y continua de los inmigrantes ilegales que hemos tenido durante décadas.
Estoy confiado, como la gran mayoría del pueblo, en que el interés nacional saldrá bien librado del nuevo contratiempo con el vecino país, gracias a la entereza y el patriotismo del presidente Luis Abinader, mostrados con sus hechos.
En buenas manos está el pandero.