En los últimos días he tenido que pasar algún tiempo en los Estados Unidos y he podido ver las noticias más de lo usual. Para saber lo dividido del país, basta con observar CNN y Fox.
Cada uno da una visión totalmente diferente, el primero muy liberal, el otro muy conservador. Ambas visiones, una representada por el incumbente actual de la Casa Blanca, otra por el inquilino que la ocupó hasta el 2020.
El presidente Trump aún piensa que las elecciones le fueron arrebatadas por el voto por correo, que trajo como consecuencia el vergonzoso asalto al capitolio de la gran nación.
El presidente Biden, en medio de una inflación por factores exógenos, una pandemia, una guerra, una salida vergonzosa de Afganistán, ve su liderazgo mermado y tendrá que enfrentar las críticas de hasta donde la influencia del país más importante pudo haber intervenido para evitar la locura del liderazgo ruso de ampliar su territorio en un intento de recuperar los espacios perdidos.
Por otro lado, Donald Trump, con su típica forma de actuar, haciendo campaña por los candidatos republicanos, con una clara intención de retornar al poder, ahora enfrentado con el FBI que allanó su casa de la Florida en busca de documentos clasificados como “Secretos de Estado”, a lo que el exmandatario alega es un claro intento para afectar los resultados de noviembre.
Ya Trump venía con una campaña contra el buró de inteligencia por no haber revelado los datos de la computadora de Hunter Biden, pero al decir de algunos informantes internos del FBI, estos no quisieron durante el proceso electoral del 2020 que se les acusara, como sucedió en el 2016, que James Comey reabrió pocos días antes de las elecciones las investigaciones de los servidores de la candidata demócrata Hilary Clinton, lo que ella afirma cambió el curso de las elecciones.
El allanamiento de la residencia del presidente norteamericano 45 sienta un precedente nunca visto, todos los presidentes han cargado con informaciones sensibles, incluso a estos se les da información de inteligencia diaria al igual que al presidente en funciones, algo que no se hace con Trump, pero si con el pasado vicepresidente Mike Pence, a quien se le debe haber evitado lo que parecía ser la interrupción del orden democrático con las acciones el seis de enero del 2020.
Trump afirma que esto se hace para evitar que los republicanos ganen las elecciones al congreso y gobernaciones, que serán celebradas en noviembre. Hasta el momento parecería que el partido del elefante volvería a controlar ambas cámaras y muchas gobernaciones, frente al desgaste del gobierno demócrata.
La sociedad norteamericana nunca había estado tan dividida. Lo demostraron en la pandemia, unos creían en uso de mascarilla y vacunas, otros no.
Trump perdió las elecciones del 2020 con más votos de los que ganó las del 2016, pero su forma de actuar ha generado la mayor división nunca vivida entre los norteamericanos.
Ya no es sólo el color, también es el apoyo a los movimientos LGBT y más recientemente la decisión de la Suprema Corte de Justicia, con una votación cinco a cuatro, anular el famoso fallo Roe contra Wade, que declaraba legal el aborto.
Esto ha encendido mucho más el escenario político, en un país donde cada estado tiene su legislación, unos liberales otros conservadores, parecería que cada vez se alejan más en estar de acuerdo.
Mientras la economía camina hacia el pleno empleo, pero con una caída de los índices de la bolsa de valores, fruto de los aumentos de la tasa de interés que el Banco Central (FED) ha decretado como la mayoría de los bancos centrales del mundo, como mecanismo de reducir la enorme masa monetaria inyectada para reactivar las economías después de la pandemia, no todos los ciudadanos entienden que es el camino correcto para corregir la inflación.
Con un clima como el que presentamos, nos preguntamos ¿cuál es la suerte que correrá la mayor potencia del mundo? Un liderazgo disminuido, un pasado presidente con opción a volver y con un discurso poco conciliador, que exacerba más aún la división que viene generándose desde el mismo gobierno de Obama, que al decir de la propia población afroamericana, durante su mandato fue poco lo que se ocupó de ellos.
De ganar los republicanos, a un presidente Biden que parece agotado muchas veces, le será más difícil gobernar. Algunos temen, que debido a sus problemas de salud podría no terminar el periodo, pero Biden afirma estar fuerte y dispuesto a correr para un segundo periodo, a pesar de los bajos ratings de su gestión.
¿Cómo terminará este escenario tan complicado? Para los que lo vemos desde fuera y con lo mucho que representa nuestro vecino del norte para nuestro país, lo ideal sería una opción republicana nueva. Muchos apoyan al gobernador de la Florida Ron Desantis, político conservador, pero mucho más equilibrado que Trump, mientras los demócratas en caso de no correr Biden tendrían como contendiente a la actual vicepresidenta Kamala Harris, no muy popular y a la pasada primera dama Michel Obama, a la que los republicanos acusan de antiamericana.
El escenario parece de poca conciliación y de aumentar esas divisiones, pueden llevar a fracasar a esa gran nación que ojalá cualesquiera que sean los resultados de noviembre, sean estos para los mejores intereses de los Estados Unidos.