Las Elecciones 2020 han sido-en un muy positivo ambiente de no violencia-de las más complicadas y realmente desafiantes de la historia republicana. Y todo indica que el país se prepara para superar a 33 días tan difícil situación.
Las complejidades de las Elecciones 2020 no son atribuibles totalmente a la pandemia. Muy reciente para olvidar es la inesperada suspensión de las elecciones municipales del 16 de febrero y la reacción en distintas formas de protestas desde cacerolazos hasta manifestaciones de una población mayoritariamente joven en la Plaza de las Banderas y en el interior del país.
Procede destacar el carácter pacífico de las protestas el que se podría considerar- no exageramos- un ejemplo al mundo. Las y los dirigentes políticos por igual manifestaron una madurez tal que mucho que contribuyó al exitoso desarrollo del proceso electoral diferido.
Superada esa gran adversidad y sin tiempo para respirar le llega al proceso electoral aún en curso otro problema de dimensiones planetarias, la ya tan conocida, temida y sufrida COVID-19.
¡El espanto! ¿Será posible completar con las elecciones presidenciales y congresuales a la fecha prevista? ¿Sería necesario aplazarlas para después del 16 de agosto? ¿… y entonces, cómo se haría?
A 33 días el camino luce despejado e inclusive hasta el momento todo indica que se lograría una aspiración de toda la nación: el voto en el exterior.
La otra más que axiomática verdad es que aún falta camino por recorrer, pues sólo se concluye de forma indiscutiblemente exitosa con la proclamación de las y los ganadores, pero especialmente la aceptación por las y los perdedores de los resultados.
El país no merece ningún desacierto que altere la imprescindible paz que se necesita hoy más que nunca: la pandemia está aquí y seguiría aquí al menos por varios meses más y es ese el principal desafío al que se suma un ya terrible impacto económico. Hay que pasar exitosamente la página de las elecciones presidenciales y congresuales y más efectiva podría ser entonces la gestión de la pandemia.
Las y los responsables de las elecciones principalmente la Junta Central Electoral y los partidos han de actuar con elevado sentido patriótico. Para los partidos, tener muy claro que si bien el vencer es un propósito que está en su propia naturaleza, hoy lo coloquen al mismo nivel de su compromiso y contribución a paz. De necesitar un ejemplo no tienen que ir muy lejos: el país y en especial la juventud fue entonces más que enérgica, pero ejemplarmente pacífica. Esa es la actitud esperada a 33 días de la ansiada meta.