Después de la muerte de Trujillo, con la excepción fugaz de Unión Cívica, organización con ribetes oligárquicos, el voto conservador se nucleó alrededor del proyecto de nación representado por Joaquín Balaguer.
La pericia demostrada por él en los difíciles y angustiosos días en que comenzaba a despuntar la democracia en el país, encima de la maquinaria intacta del régimen descabezado, al lograr la salida al extranjero del remanente de la familia Trujillo, así como la apertura democrática simbolizada en la llegada de la delegación del Partido Revolucionario Dominicano primero, y de Juan Bosch posteriormente, al igual que la disposición de otras medidas sociales y administrativas, lo convirtieron en el ente catalizador de las fuerzas sociales progresistas y conservadoras de la República.
En 1966, ese voto conservador, que cifraba su esperanza en la tranquilidad de la familia dominicana y en un futuro más promisorio para la nación, tuvo su clara y contundente expresión en las urnas.
La obra de gobierno del doctor Balaguer, que llenó el país de escuelas y hospitales; acueductos; presas, represas y canales de riego; alcantarillado sanitario; puertos y aeropuertos; calles y avenidas; entre otras obras de infraestructura – todas realizadas con recursos propios y sin endeudamiento – así como la creación de las Zonas Francas; la promulgación de las leyes de incentivo industrial, al igual que las adoptadas para fortalecer y elevar la producción nacional, complementadas con un manejo pulcro del Erario, evidencian que no se equivocó el voto conservador.
Este estadista de excepción mantuvo a su lado el voto de esa franja importante de nuestra ciudadanía, hasta el 14 de julio de 2002, cuando pasó al plano de nuestros inmortales.
Con su muerte, y ante la manifiesta incapacidad de los principales dirigentes de su organización política, junto a la implacable cacería de esa dirigencia y militancia que inició la organización favorecida en 1996 por el apoyo sin condiciones del doctor Balaguer, el voto conservador comenzó a disgregarse al ser cooptado por otros proyectos políticos que, una vez servidos sus propósitos, marginó a un sector y lo abandonó a su suerte.
Esa franja de votantes, sin proyecto propio, silenciosa, maltratada y marginada, observa con cierto desgano, pero con interés el panorama político, con miras al 19 de mayo próximo.
Para todos ellos, sin importar donde militen, les recuerdo las palabras del doctor Balaguer pronunciadas en la concentración de las provincias del Sur, celebrada en la ciudad de Barahona en 1969: ¨lo que más conviene al futuro de la República es que todos permanezcamos en un estado de expectación y de vigilia, oteando con serenidad el panorama político para que en el momento preciso adoptemos la decisión más saludable para todos los dominicanos, aún para los mismos que hoy solo se inclinan ante sus propios intereses, sin tomar en cuenta que cada pueblo tiene su destino y que cada destino tiene su hora señalada en el libro de la historia¨.
El próximo 19 de mayo es preciso continuar con el crecimiento y el desarrollo, preservando el bienestar del país, así como la gloria de la República y la de su destino democrático.
A aquellos que exaltan el pasado, les recuerdo lo que sentencia un anónimo: “Aquellos que glorifican continuamente el tiempo pretérito reciente, parecen querer persuadirnos de que en su época no había tontos; mas, desgraciadamente, ahí quedan ellos para demostrar lo contrario”.
A esa clase conservadora de esencia balaguerista, otra vez el país se encuentra en un punto de inflexión: necesitamos salir, trabajar, motivar y promover para que el país escoja lo más conveniente, contribuyendo así a consolidar la nueva generación gobernante y su proyecto, aún no estemos de acuerdo con algunos aspectos del mismo, lo que a su vez facilitará el retiro de una clase y cúpulas dirigentes que ya cumplieron su rol, y que se resisten a dar paso al relevo natural requerido en sus organizaciones políticas, para el fortalecimiento de la institucionalidad democrática.
Concurramos, pues, masivamente a votar por lo que más le conviene al país, por esa necesaria transición, pensando en el porvenir de la República y en la consecución de sus destinos inmortales.