Durante cuatro domingos se celebra el Adviento y el último nos recuerda la llegada de la Navidad. Es un tiempo en que los cristianos nos dedicamos a la preparación con alegría y recordamos el nacimiento de Jesús.
La Navidad es una época de compartir, de dar gracias a los amigos, de unión entre los familiares. Es una época de tradiciones que se olvidan con los tiempos.
El cantar los villancicos era una forma de enseñar a los que no sabían leer la importancia de la llegada de Jesús. Es una costumbre que debía de retomarse no sólo para enseñar a los que no saben leer, sino para llevar un mensaje a los que abusan del poder, a los que maltratan a los demás, a los que utilizan el dinero ajeno, a los que insultan; llevar un mensaje de paz por medio de la canción. Qué necesidad de cantar villancicos en un país donde la educación sigue siendo una enorme limitación para nuestro desarrollo, no importa invertir en aulas y tandas extendidas cuando la calidad de los villancicos que cantamos es tan pobre que es poco lo que pueden aprender nuestros jóvenes.
El verde del árbol de la Navidad recuerda la esperanza, esperanza de cambio, de mejores tiempos, de dirimir diferencias. Las manzanas, las tentaciones del primer árbol. Debemos sembrar muchos árboles de esperanza para aquellos que la han perdido. Recuerden que si todos ponemos de nuestra parte, podemos cambiar para mejor.
Que exista una verdadera justicia para todos, no una justicia que se ha retirado la venda y se ha perdido el equilibrio de la balanza por una mano extendida, haciendo una oferta para ser comprada o dejándose tentar por el dinero sucio y vil. Una justicia que libera al que asesina, al que trafica, al que viola, al que maltrata, al que injuria.
Esa justicia necesita del árbol de la Navidad con nuevas esperanzas y manzanas renovadas, diferentes a la manzana de la tentación de Adán y Eva, que parecería ser la manzana que más se come.
En algunos países existe la tradición de colgar medias, que viene de la época en que para casar una hija se debía pagar una dote; y había un hombre tan pobre que no tenía el dinero para el matrimonio de la hija y San Nicolás de Bari, entrando silenciosamente a la casa, dejó suficientes monedas en una media para pagar la dote.
Cuántas medias estarán esperando de nuestra solidaridad en una sociedad donde a unos les sobra de todo y a otros no les alcanza para nada. Donde el dinero se despilfarra en canastas y bebentinas que duran para un día y no en auxiliar hospitales, construir viviendas, apoyar las pequeñas empresas, llevar semillas al campesino hambriento.
La costumbre de las tarjetas de Navidad, ahora electrónicas, deben ser más que una costumbre, un verdadero mensaje, desterrar el odio, la ambición, las divisiones que nos llevan al fracaso.
La Navidad debe convertirse no sólo en momentos de celebración, sino en momentos de reflexión, cómo podemos hacer un país mejor, cómo nuestros dirigentes entienden que el poder se detenta no para hacerse ricos sino para mejorar la condición de aquellos que soñaron que sus líderes harían el trabajo para sacarlos de la indigencia, para convertirlos en seres dignos y no olvidados de todos, para los que la vida es un calvario y la celebración de la Navidad es un día más de sufrimiento.
Siempre recuerdo un mensaje que se atribuye a James Allen Francis, que habla de cómo Jesús nació en una villa oscura, hijo de campesinos, cómo trabajó como carpintero hasta la edad de treinta años.
Nunca escribió un libro, no fue funcionario, nunca fue propietario de una casa, no viajó a más de 200 millas de donde nació, nunca hizo cosas que generalmente se atribuyen a símbolos de grandeza y su única credencial era él mismo.
A los 33 años la opinión pública se volcó contra él, sus amigos lo abandonaron, fue entregado a los enemigos y sufrió una payasada de juicio. Fue crucificado entre dos ladrones y sus verdugos se burlaron de él y se repartieron lo único que poseía, la ropa que llevaba puesta y lo enterraron en una tumba prestada.
Termina diciendo que veintiún siglos han pasado y sigue siendo la figura central de la raza humana, afectándonos de manera positiva más que cualquier congreso, presidente, ejército o rey.
Esa es la enseñanza de la Navidad, entrega por los demás, justicia, igualdad y paz. Feliz Navidad.