Habrá quien diga que un diploma colgado en la pared no es garantía de éxito porque existen miles de oficios bien remunerados que no lo necesitan, sin embargo, la excepcionalidad de los casos confirma la regla de que, universalmente, un título académico constituye la muestra fidedigna de que se puede terminar lo que se empezó porque, ya esté encuadrado o engavetado, representa el símbolo de alcanzar un objetivo (y no uno cualquiera).
En efecto, ese documento que algunos desdeñan es la evidencia de perseverancia y disciplina de su portador, la tranquilidad de los padres de haber hecho lo que les correspondía y la licencia del hijo de tomar sus propias decisiones, a la vez que el orgullo del que haya culminado con la responsabilidad a su cargo y, en lo adelante, le toque demostrar que el sacrificio valió la pena. También, es la prueba palpable de la cristalización de una vocación con el permiso oficial para ejercerla y de que, si se hizo el recorrido, aun con todas las dificultades posibles, el cielo es el límite porque las posibilidades de antes son las realidades de ahora.
Ciertamente, la graduación universitaria es la mejor vía para cambiar de estatus social y económico, ofrece la oportunidad de salir del barrio en que la pobreza arrebata toda esperanza de progreso para, entonces, trascender y labrar su propio destino de manera honrada. Es el remedio eficaz contra la delincuencia, la ociosidad y la miseria (mental y material) porque ya se cuenta con el medio idóneo de escapar de la vorágine del atraso. Quien concluye su carrera universitaria adquiere un conocimiento que nada ni nadie podrá arrebatarle porque irá con él allá donde se mueva, como forma de sustento y de dignidad humana.
La seguridad de una preparación académica es el respaldo para desenvolverse en una profesión, estar apto para un empleo o emprender con su propio negocio; aunque los planes se pongan en pausa, estará ahí inherente a toda persona como herramienta de proyectos y satisfacciones propias, al tiempo que es un instrumento certero para construir un mejor país. Un diploma es, más que una ostentación o un motivo de superioridad para los que todavía no lo logran, el final de muchos comienzos y el compromiso formal de que se está en la pista y toca correr tras la meta. Unos se quedarán rezagados, otros transitarán con más presteza, pero lo cierto es que para atrapar las oportunidades y hacerlas suyas se necesita estar en el trayecto que aporta la preparación, ya el impulso para avanzar dependerá de nosotros mismos.