Quienes, como yo, tuvimos el privilegio (análogo al fin) de disfrutar de la otrora época romántica de la radio, recordamos, con nostalgia y el corazón henchido, un programa y una voz: “cien canciones y un millón de recuerdos” y un locutor que nos transportaba, a través de bellísimas y emblemáticas canciones, a un mundo de ensueños, añoranzas y amores truncados en las voces más altas del bolero, de esos que ya no se escriben ni se cantan.¡Que época aquella!
Pero no es de esa trayectoria profesional -la de locutor y poeta- del magistrado José Alejandro Vargas de la que queremos escribir, sino de su trueno y suerte de advertencia que externó al poner en circulación uno de sus libros que, en su calidad de juez del Tribunal Constitucional y autor, dejó explícita su preocupación, en voz de ex jueces del TC y suya “…debido al posible rumbo que esa alta corte pueda tomar en lo adelante”, “a causa de intereses particulares”. Para agregar: “Todo el mundo sabe que eso es posible, pero yo puedo asegurarles a ustedes, que yo no me prestaré nunca a apoyar ningún interés particular”.
Y para más señas y honestidad, añadió “hasta ahora no he visto ningún sesgo particular que trate de contaminar las decisiones del Tribunal Constitucional. Hasta ahora, hasta ahora, pero si eso pasara señores… mis colegas verán las garras y no voy a guardar silencio, yo no voy a guardar silencio, porque este país no van a hipotecarlo….”.
Bueno, creemos que el país, los ex jueces y, sobre todo, el ex presidente de ese tribunal pueden estar tranquilo, pues la presencia y la reciedumbre ética-moral del magistrado Vargas será el centinela -que, esperamos, no corra la misma suerte del general Duvergé a mano de Santana-, la muralla, el decoro y la dignidad ante cualquier “cambio de rumbo” o de legado en una corte que tiene la obligación de preservar y hacer cumplir lo que nuestra Constitución ordena y manda, sin flojera, genuflexión o chicana rastrera. A pesar de los desacatos gubernamentales -a sentencias de ese alto tribunal- que ya deberían ser elevados y denunciados en instancias internacionales, por tratarse de su carácter vinculantes e inapelables… y porque además resultan un inaceptable y bochornoso atentado al estado de derecho en un país.
Entonces, el país ya sabe, como ciertas agendas supranacionales también, que en el TC hay un juez, y, probablemente otros… que tendrán el decoro y la dignidad para no transigir con nada que se aparte de lo que nuestra Carta Magna consigna.
Que en el magistrado Vargas no habrá oro o trastrueque corruptor que ponga precio a su reciedumbre y dignidad de ciudadano ejemplar y digno. En fin, no hay dinero ni soborno que valga; y por su trayectoria y vida pública, tampoco habrá lujo y oropel que lo distraiga de la paz de su conciencia y la entrega a la patria.
Gracias, magistrado José Alejandro Vargas, por su trayectoria de ciudadano ejemplar, postura pública y aquellas “Cien canciones y un millón de recuerdos” ¡Dios le bendiga y proteja a usted y su familia! ¡Enhorabuena!