Como corolario derivado de la interacción retórica entre lector y autor, puede compartirse que todo cuanto suele comunicarse tiene un significado, pero descubrir la noción de un término, palabra, nombre, frase, locución, enunciado u oración siempre ha constituido una cuestión aporética, cuya solución fue buscada mediante la semántica o filosofía analítica, pero en época reciente semejante problemática procura resolverse a través de la pragmática.
Con tal objetivo, urge establecer interacción cognoscitiva con autores sobresalientes de las obras maestras sobre ciencias del lenguaje, cuyo contenido global proporcionará el material didáctico adecuado para comprender el significado de la palabra u oración mediante el uso dado en la conversación espontánea u ordinaria, o bien en el proceso comunicativo circular, interactivo y dialógico.
Antes de entrar en materia, cabe establecer la diferencia entre semántica y pragmática, a través de Charles Morris, autor partidario de la idea de que la primera disciplina académica estudia la relación existente entre signo lingüístico y objeto, mientras que la otra ciencia procura fijar la interpenetración dable entre palabra e intérprete, tras situársele en su función de usuario interactivo del lenguaje.
En cambio, Herbert Paul Grice dejó establecido que la pragmática vendría a ocuparse del estudio del significado lingüístico, aun cuando sea en perjuicio de la verdad lógica, pero en busca de semejante objetivo el consabido intérprete interactivo tendría que valerse de la conversación ordinaria, por cuanto se trata de un acto prototípico del proceso comunicativo circular, donde hay que poner en práctica el principio de cooperación dialógica.
En el proceso de construcción cognoscitiva de la pragmática, hubo varios autores, cuyos aportes contribuyeron a deslindar el campo de estudio de esta disciplina académica, tales como Ludwig Wittgenstein, Charles Morris, Charles Sanders Peirce, John Roger Searle, Herbert Paul Grice y John Langshaw Austin, entre otros.
De todos ellos, resulta obligatorio de ahora en adelante poner de manifiesto los aportes de John Langshaw Austin en torno a la pragmática. Así, conviene decir que para este autor el lenguaje en uso comunicativo no es en puridad descriptivo y tras de sí estableció una clasificación de los enunciados, cuya traducción castiza de mayor aproximación pudiera ser verificativo, utilizado para denotar la realidad y estados de cosas; acto de habla ejecutivo que incluye verbos que contienen funciones declarativas, implicatorias de la realización de acciones muy propincuas con el derecho.
A mayor abundamiento, el autor antes aludido fue profesor de la Universidad de Oxford, pero con dicha teoría filosófica atinente a la pragmática contradijo el positivismo lógico de entonces, tras preconizar la existencia de los enunciados declarativos, cuyos contenidos permitían hacer cosas o realizar funciones solemnes, tales como bautizar, jurar, prometer, peticionar u oficializar matrimonios, siempre que todo ello sea materializado mediante el debido uso, formalidad apropiada, tiempo y lugar predeterminados y frente a ejecutante y beneficiario legalmente habilitados.
Luego, trajo a colación que la comunicación de tipo lingüístico ofrecía una clasificación tripartita, tales como locutivo, consistente en la emisión de sonido, palabras y estructura gramatical adecuada para expresar el significado de la realidad; ilocutivo, cuya manifestación muestra la intención del hablante y perlocutivo que es el acto verificativo del efecto producido en el receptor mediante el enunciado proposicional.
A través de tan relevante obra, signada bajo el rótulo de “Cómo hacer cosas con las palabras,” John Langshaw Austin nos enseñó la vitalidad del lenguaje, máxime en presencia de la comunicación pragmática, conversación ordinaria o interacción social, toda vez que tales acciones humanas le permiten a cualquier hablante poner en práctica el descripto proceso de funcionalidad tripartita, tras emitir una secuencia concatenada de palabras dotadas de sentido y referencia, cuya interpretación propende a traer consigo el debido significado, seguidas entonces de la determinada intención, lo cual vino a garantizar que semejante discurso cause incidencia, impacto, influencia, efecto o eficacia en el comportamiento del destinatario, oyente, receptor, interlocutor o agente dialogante.
Y sin ánimo de ser exhaustivo, urge reiterar a título de cierre conceptual que la pragmática muestra dos elementos esenciales, tales como contexto lingüístico e información general, así como la intención comunicativa del hablante, pero también incluye el efecto producido en la actitud del receptor que lo pueda mover a cambiar de creencia o llevar a realizar una acción determinada, tras darse entre los interlocutores la debida retroalimentación constante, colaborativa y pertinente.