Continúo escribiendo mi experiencia en el sector eléctrico. Recordaba la semana pasada que renuncié al llegar Radhamés Segura, a quien no conocía, pero su política era la de mantener en manos del Estado las empresas eléctricas, lo que para mí no tenía sentido, dada la mala administración de estas y el propósito claro del gobierno del presidente Fernández de capitalizarlas.
Lo cierto que el nuevo gobierno encontró un país apagado, una empresa quebrada. Nunca olvido cuando nos entregaron los borradores de los estados financieros de la CDE del año 1995, expresé a la auditora general, la licenciada Medina: “esta empresa está quebrada”, ella me respondió “señor Marranzini, esta empresa no quiebra”, a lo que respondí “tiene razón, quiebra el país”.
La llegada de un nuevo gobierno, con una visión mucho más moderna de Estado, despertó mucho interés en el sector privado nacional en muchas áreas y una de ellas fue el sector energético.
Nunca olvido la llamada de un médico que estudió con mi hermano y mi cuñado, la misma me extrañó, pero por el afecto a él y su familia lo recibí en mis oficinas con mucho gusto. Primero, me conversó sobre el interés de unos cubanos norteamericanos en instalar una fábrica de sillones de automóviles en zona franca, lo que sin dudas como empresario me interesaba.
Luego, me informó que ese mismo grupo tenía el interés de instalar plantas eléctricas. Rápidamente le dije que sobre electricidad no recibía a nadie en mis oficinas, que eso debía ir donde el administrador de CDE o a su Consejo de Administración.
Era el mismo grupo que había perdido la licitación de varias turbinas de diesel que fue ganada por la turbina de 100 MGW a gas (Haina TG), que como me refrescó la memoria el buen amigo Saúl Santana, fue licitada en la administración de Montás, pero instalada en la de César Sánchez.
Hay que reconocer que en el corto periodo de la administración de Montás y los dos años que duró el consejo del que fui parte, 1996-98, se licitaron Cogentrix y la turbo gas.
Este grupo cubano norteamericano no cesaba en sus esfuerzos de lograr, después de haber perdido la licitación, un grado a grado. Fueron varios los comunicadores que los apoyaron, entre ellos, de nuevo mi apreciado pariente Julio Hazim.
Una noche me llamó Temístocles Montás, que el presidente Fernández nos quería ver. Temo me recogió en mi casa, no tenía chofer, manejaba mi vehículo y eran cerca de las diez de la noche.
Mi sorpresa fue encontrarme con el mismo grupo de empresarios, los cuales venían a pintar ilusiones a un presidente desesperado por los apagones. Prometían instalar plantas en tres meses, el presidente preguntó si alguien quería decir algo y claro que yo quería.
No podía permitir que se violara una licitación, advertí que dar un grado a grado al último que quedó en la licitación no hacía nada bien ni al gobierno ni al país y que, sólo si fueran magos podían instalar turbinas donde no había líneas de transmisión ni depósitos de combustible en tres meses. Me apoyó la directora de ingeniería presente en la reunión, Margarita Pumarol, una excelente técnica, al confirmar que eso era realmente imposible.
El secretario de la presidencia, que había llevado este proceso hasta ese momento, se lamentó de haber perdido una semana, mi reacción fue que eso le había sucedido por asumir funciones que no le correspondían.
Este fue también un periodo en el cual influyó mucho para la generación la planta Smith-Enron. Construida en Puerto Plata durante el último periodo del presidente Balaguer. Era un misterio, con una tecnología muy innovadora, pero con problemas técnicos importantes, no permitían la entrada de los ingenieros de la CDE y eran constantes las salidas de línea, provocando apagones generales.
Hay que recordar que ENRON fue la empresa de energía más grande de Estados Unidos, su esquema contable fraudulento los llevó a la quiebra y algunos de sus ejecutivos terminaron suicidándose.
Smith, un norteamericano talentoso, pero no muy claro en sus actuaciones. Recuerdo que en la primera reunión con el Consejo de CDE su pregunta fue que, ¿quién había sustituido a Carmen Rosa Balaguer?, la respuesta que le dio el consejo fue que los temas del sector eléctrico no se resolvían ya de esa manera.
Como dije en el artículo anterior, renuncié en el 1998, le había pedido cita al presidente Fernández varias veces sin éxito, quería que permaneciera en el consejo y a pesar de que siempre he dicho que a los presidentes se les debe apoyar porque del éxito de su gestión depende el éxito del país, mi permanencia haría más daño que bien, pues sería un enfrentamiento continuo de visiones entre el administrador recién nombrado y yo.
Nunca me imaginé que sustituiría a Radhamés Segura de la vicepresidencia de Cdeee doce años después, pero será parte de un extenso capítulo de mi libro.