La verdad es que hay que estar vivo para escuchar cosas, y el asombro es mayor cuando se trata de la educación, base fundamental del desarrollo.

Siento mucha indignación cada vez que veo a la Asociación Dominicana de Profesores paralizar la docencia en las escuelas para presionar al gobierno con reclamos de aumento salarial, sin embargo, cuando se trata de mejorar la calidad de la educación, de hacer un mejor uso del 4% del PIB que recibe ese sector, desvían la mirada hacia el otro lado.

Ahora la indignación es doble. Me refiero al reciente acuerdo que asumieron con el ministro de Educación, Ángel Hernández, quien estará en esa cartera hasta el 27 de este mes, de aplicar aumentos salariales a los “maestros” que obtengan puntuaciones por debajo de 70 puntos. ¡Que increíble! Y cuánto descaro y mediocridad.

Y lo más indignante es escuchar en boca del presidente de ese gremio que los profesores esperaban “un mejor acuerdo”. “El magisterio tiene que recibir el vaso lleno, o medio lleno, no medio vacío…”, dijo Eduardo Hidalgo a los periodistas.

Un maestro que se respete debería de darle vergüenza estar “pataleando” para que le bajen la puntuación de la evaluación de sus habilidades, en vez de estar dando ejemplo y prestos a asistir a esas evaluaciones como si se tratase de unas olimpiadas para demostrar sus talentos y fortalezas.

Pero no. Lamentablemente eso no lo vamos a ver nunca, ni los ciudadanos, ni los alumnos, ni los padres de los alumnos que se respetan. Y los peores en este juego corriente son las autoridades educativas que permiten esa vagabundería. Claro está, a ellos tampoco les duele despilfarrar el dinero de los impuestos; y es una pena que el ministro Hernández termine su gestión tan mal.

Los maestros, no todos, cuando llega el tiempo de las evaluaciones se comportan con mucho pesimismo e inseguridad y por eso se “queman”. En lo único que son buenos y que siempre sacan una “A” es en pedir aumentos, eso es lo único que saben hacer bien.

Ni siquiera son ejemplos a emular. Se supone que un maestro debe ser modelo en las escuelas, entonces cómo es posible que rehuyen a una evaluación de desempeño y se conviertan en “regateadores de puntos” frente a sus estudiantes y frente a la sociedad, y aspirar a continuar siendo mediocres.

La evaluación de desempeño docente es un proceso técnico de identificación de las fortalezas y oportunidades de mejora en el trabajo y se basa en los estándares y objetivos institucionales establecidos para cada cargo y rol de enseñanza.

La misión, a través de estas evaluaciones, es mejorar los procesos de enseñanza y la calidad educativa. En esta ocasión participan más de 120 mil docentes.

La última evaluación que se hizo a los maestros fue en 2017, y ya pasaron ocho años, tiempo suficiente para que estos pudieran prepararse, competir, demostrar habilidades y ampliar conocimientos.

Ese año, solo el 2.9% obtuvo una puntuación excelente y los resultados en sentido general siempre terminan siendo muy cuestionados por la sociedad.

El objetivo de las evaluaciones es mejorar de manera continua la calidad de la educación y que cada centavo sea invertido para esos fines, no gastados en un personal descalificado que muy poco aporta al sistema educativo dominicano.

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