Prestamos Pinceladas al destacado jurista y cuentista, licenciado Nassir Rodríguez Almánzar, quien escribe sobre los alcances del derecho penal y la desbordada expansión del punitivismo que afecta nuestras sociedades: Hace ya veintitrés años, Eugenio Raúl Zaffaroni dictó en Brasil, a propósito del XIII Congreso Latinoamericano, V Iberoamericano y Iº del MERCOSUR de Derecho Penal y Criminología, una conferencia llamada “La función reductora del derecho penal ante un estado de derecho amenazado (o la lógica del carnicero responsable)” (16 de septiembre, 2001). Evidenció ahí que el derecho penal no es la panacea de los conflictos sociales.
Zaffaroni estaba en lo cierto y hoy podemos auxiliarnos de su pensamiento. Razonó sobre la descomposición que podría generar la errada propaganda de las funciones específicas del derecho penal.
Para ello realizó un símil con las actividades propias del carnicero, que simplemente trabaja con carnes y otros detalles propios de su oficio. En ese hipotético ejemplo, frente a la carnicería, comienzan a promocionar otras actividades que aquel no conoce ni sabe realizar. Ponen carteles de barbería, de farmacia, de banca comercial, etc., y la gente comienza a buscar esos servicios.
Y a pesar de la sensatez inicial del carnicero del símil, por los reiterados requerimientos de quienes acuden a su local, termina cediendo y pierde el norte, descompone la función para la cual está llamado; y las “soluciones” giran en torno a él, polarizando en un solo individuo todos los servicios y, lamentablemente, haciéndose mal.
El derecho penal es como aquel carnicero, resuelve pocas cosas; y si se confunde su misión, al final no resuelve nada. No obstante eso, los políticos, detrás de propaganda y publicidad, incapaces de resolver conflictos sociales, se encargan de simular a través del espectáculo, ofreciendo, como único remedio a las carencias estatales, la respuesta penal que sólo encara lo obvio, las batagelas, dibujando delitos que no acaban con los males, pero que sí alimentan la demagogia.
Por ello, cuando se usa al derecho penal como herramienta política, enfrentamos leyes absurdas que crean penas hipócritas y poco legítimas; que declinan los problemas sociales hacia la cara punitiva del Estado.
Y se olvida que el derecho penal no sabe “cómo se hace para resolver los problemas de unas finanzas descontroladas, unas finanzas que cada día se transforman en algo más parecido a una mafia, y de sus procedimientos mafiosos, a nivel mundial”, porque la pena no sirve para resolver eso.
El derecho penal, como el carnicero responsable, se debe dedicar a la función que le es encomendada. Controlar el poder punitivo del Estado, “contenerlo”, “encapsularlo”, nunca expandirlo con la sustracción de conflictos ajenos a él. Resolver todo, como dice Zaffaroni, es cuestión de sabios, no de los penalistas.
Es imprudente “caer en el delirio del penalista omnipotente de que todo puede ser resuelto por el derecho penal”, pretendiendo sortear las carencias sociales para abrevar en la represión. Traspasar esas fronteras es de locos o cómicos, es premiar la ineptitud de quienes dirigen.
Al final, el carnicero responsable reconoce que sólo sabe de carnes y nada más.