El turismo, aun más para los pioneros, como actividad de comercio, es cosa de emprendedores atrevidos, arriesgados, osados, valientes que se lanzan al mar de incertidumbres, sorpresas y sobresaltos que le caracteriza. Los que se “atrevieron” en Constanza, contra augurios y vaticinios, son héroes anónimos que “por su cuenta y riesgos”, han realizado cuantiosas inversiones que dependen de la persistencia y veleidades de un público cambiante. La carretera que une a la Autopista Duarte con ese polo, la carretera de Casabito, es una vía que requiere atención especial. Obras Públicas, responsable de ella, mantiene brigadas de limpieza y control de malezas con notable eficiencia, pero se puede hacer más, mucho más. Su rodaje presenta un marcado deterioro prematuro que hace penoso el transitar. En su entronque con la Autopista Duarte existe un letrero en cemento de “Sabana del Puerto”, mal ubicado, que confunde al turista. Existe también, un letrero pequeño que indica “Constanza”, desubicado a más de 200 metros, del desvío hacia la ruta que señala. La obligada protección metálica, propia de una carretera trazada al borde de montañas, muestra los múltiples impactos que recibe y aunque con intervención reciente, requiere de atención constante. Muchas de esas eficientes protecciones se han sacrificado hasta convertirse en un amasijo de hierros retorcidos. Existen curvas con pobre trazado y apretados espacios, que no permiten el encuentro de dos vehículos grandes, que, por cierto, bajando, se convierten en elefantes con ruedas, como bólidos. Casabito es una vía de frecuentes neblinas, densas por demás. Cuando la vía fue reconstruida por Odebrecht, con destacada calidad y manejo de aguas pluviales, le colocó un conveniente sistema de reflectivos blancos y amarillos, estos últimos indican el centro de la vía. Sustraídos algunos por desaprensivos y los más por el uso y el reasfaltado de la vía, hacen de ella una ruta más peligrosa, ante las impredecibles y traicioneras brumas. El camionero de Constanza, responsable de la Ruta de los Vegetales, es quizás el conductor más solidario del país, ante dificultades para conductores diversos y más aun, dispuestos a socorrer al turista. Es notorio ver basuras de diversa índole, arrojadas desde vehículos abordados por desaprensivos, que dan sentido a la cultura nacional de “jondéalo por la ventana”. Ahí terminan sus vidas los empaques de Turey, Jacaranda, Miguelina y otros. La Virgen, santuario con interés para camioneros de la ruta, que se encomiendan a ella y viajeros que la usan como estación intermedia, requiere de un particular cuidado como entrada a Constanza, con baños equipados, limpios y suministro de abundante agua. El actual Síndico de Tireo, Paul Piña, asumió el reto y hace un particular aporte manteniendo hábil y limpia, esa parada. Se descubre al “pariguayo”, que conduce con desprecio del cuidado que exige esa difícil carretera y suben haciendo uso del rebase temerario o bajan a velocidades imprudentes y con los frenos pegados. Un cuartel del Ejército, sin funciones claras y discreto accionar, sirve de adorno en un espacio, dotado de un costoso suministro eléctrico, que bien pudo haber sido solar. Pudieran ejecutarse paradores seguros, con baños y zafacones, para poder admirar los espectáculos naturales que la vista ofrece.