Autor: Osvaldo Antonio Bonilla
Hace más de veinticinco años que mis padres decidieron dejar su casa de campo en medio del corazón de Palmar Grande, Altamira, para emprender un viaje en procura de un mejor futuro para sus hijos.
Cargados de sueños iniciamos una travesía con el ánimo de superar los desafíos que se presentaran y entender la realidad social que sugiere vivir en la gran ciudad del norte, sin embargo, pasado el tiempo la adaptación citadina, nos permitió ser luz y guía para que familiares y compueblanos se incorporaran al desarrollo económico de la ciudad de los treintas caballeros.
No obstante formalizar residencia en Santiago; durante este periodo, por compromisos académicos y laborales, residí en la capital de la República y en San Felipe de Puerto Plata, movimientos que sirvieron para crecer profesionalmente, aprender de profesionales extraordinarios y conocer mucha gente buena.
Todo lo anterior lo he realizado, manteniéndome cerca y presente del lugar donde crecí, donde nacieron mis antepasados y donde se construyeron mis mejores sueños, mi origen, el municipio de Altamira, Provincia Puerto Plata. Las oportunidades recibidas en cada uno de los espacios vividos han servido para poner en práctica las costumbres y valores adquiridos en casa, con mis padres y en mi favorable entorno de abuelos, vecinos, tíos y amigos incondicionales.
Por igual, durante mi recorrido académico y laboral formalicé familia, he ampliado mi comunidad de amigos y he asumido responsabilidades institucionales, lo que me permite aportar para legar una mejor República Dominicana. A partir de ello cada decisión tomada, cada error cometido ha servido para levantarme, y ha sido fuente de energía e inspiración para los jóvenes, que de alguna manera han crecido en tiempos matizados por la velocidad del internet y la volatilidad de la palabra empeñada. Además, en cada decisión tomada está plasmado, resguardado y bien cuidado el buen nombre de mis padres, mi familia, mis vecinos y mis amigos, quienes sin proponérselo son los veedores e inspiración diaria de mis actuaciones.
En sintonía con lo anterior, el pasado 26 de octubre regresé al origen, volví al lugar de donde nunca he salido, donde permanecen mis carcajadas, mis recuerdos de pelotero y mis momentos de ocio. Volví a Altamira, esta vez a recibir de la alcaldía de ese municipio, de su honorable alcalde y de su honorable concejo de regidores, el inmerecido reconocimiento Diamante Verde, en la categoría de Altamireño Destacado Nacional, junto a grandes amigos y personalidades de nuestro Altamira querido.
El premio Altamireño sobresaliente Diamante Verde reconoce los ciudadanos altamireños que viven dentro o fuera del municipio, y viene realizándose desde hace tres años, de la mano de un comité organizador compuesto por personas notables de la comunidad, que se dedican durante meses al proceso de evaluación y análisis para tomar decisiones que coloquen a las autoridades municipales en condiciones de otorgar el reconocimiento. La versión 2024, se trató de un evento celebrado en los salones del emblemático centro educativo Politécnico Rubén Darío, con una extraordinaria organización, con una producción artística cargada de sorpresas, desde la alfombra de llegada, el stand de tomas de fotos, hasta la presentación de talentos locales que nos mantuvieron expectantes toda la noche.
Ser reconocido, siempre tendrá un significado de importancia para los seres humanos, pero que te reconozcan en tu pueblo, tu gente, tu sangre, genera sensaciones indescriptibles que te comprometen a dar más, a seguir aportando desde el espacio que corresponda. Ser reconocido frente a munícipes que te vieron caminar por los diferentes parajes y secciones, significa que debemos continuar, que debemos tratar siempre de ser ejemplo para los jóvenes de pueblos que necesitan una motivación para terminar sus estudios de secundaria, ir a la universidad, incorporarse al mercado laboral y regresar al origen.
En definitiva, cuando recibo una distinción del lugar donde escribí mi nombre por vez primera, estoy honrando a mis profesores de primaria y de secundaria, con quienes no solo me alfabeticé, sino también quienes junto a mis padres forjaron mi carácter y el compromiso social que sirve de motor e inspiración para cada uno de mis proyectos.
Por demás, estas pinceladas que nacen del corazón deberán servir para reconocer el esfuerzo de las autoridades municipales por resaltar el talento local y poner en relieve lo nuestro. Altamira deberá seguir creciendo y ser el valor de su gente, sus bosques, sus ríos y sus montañas, un oasis en medio de las dos grandes urbes que bordean sus límites geográficos.
En mi caso, volver al lugar donde caminé por primera vez, al origen, me compromete y me obliga seguir dando pasos, a seguir siendo un munícipe presente y a propiciar que mi descendencia y mis amigos hagan de Altamira Diamante Verde; su casa.