Después de haber asegurado el control absoluto de la Rusia Soviética, Stalin era el “bien amad”. Obtuvo el título por medio de las peores intrigas y las más insólitas conspiraciones. Muchos de sus más íntimos colaboradores y antiguos camaradas de partido cayeron abatidos por el peso de su carácter implacable, durante el período de su ascenso al poder total.
Con todo, Stalin pudo escalar la cima del Partido Comunista Soviético, y desde ahí reinar como un todopoderoso sobre el inmenso país, sólo porque Lenin estaba muy enfermo y porque Sverdlov, el primer presidente soviético, había muerto.
Al decir de Trostky, Stalin era un “grosero” y un hombre de maneras obsequiosas que gustaba de espiar a sus camaradas desde sus habitaciones de la segunda planta del Kremlin, desde mucho antes de que fuera electo secretario general. En su testamento, Lenin instó a los líderes de la revolución a impedir el rápido ascenso de Stalin. Lo consideraba como poco leal a sus camaradas, “abusa de su poder para llegar a los fines personales y es tan grosero que no tiene sitio en el seno de los comunistas”.
El comienzo de su lucha verdadera por el control de toda la Unión Soviética tuvo lugar en el X Congreso del Partido Comunista, cuando a pedido de Zinoviev, a quien luego hizo Stalin ejecutar, fue nombrado secretario general. Los historiadores coinciden en que esto fue posible sólo porque la enfermedad de Lenin prácticamente le había alejado de los quehaceres del partido y porque Sverdlov había muerto poco antes.
Sverdlov desconfiaba de Stalin y éste no vaciló en precipitarle la muerte haciéndole ingerir una dosis excesiva de somnífero. El instrumento utilizado para quitar de en medio a Sverdlov fue Pagoda, un oscuro e intrigante farmacéutico que el primero había ayudado a escalar posiciones en la jerarquía comunista, no obstante el hecho de que en su juventud, Pagoda había cometido un robo en el negocio del padre del primer presidente soviético.
Sverdlov estaba padeciendo de tuberculosis y por eso su muerte, hasta cierto punto repentina, no causó revuelo alguno en los altos círculos del poder en el Kremlin. Sin embargo, como Lenin patrocinaba a Trostky para sucederle y temía de las intenciones de Stalin, este último concentró todas sus fuerzas en eliminar política y físicamente al segundo a fin de allanar su camino hacia el poder absoluto.
Ya muerto Sverdlov, Lenin y Stalin tuvieron algunos altercados significativos que profundizaron las diferencias entre ambos. Uno de los más graves ocurrió a mediados de 1923, en momentos en que Lenin se acercaba a los días finales de su existencia. El líder de la revolución bolchevique se encontraba muy débil cuando su esposa la Krupskaia chocó violentamente con el secretario general quien le ordenó ásperamente que no se inmiscuyera en los asuntos oficiales.
La razón del altercado era que la esposa de Lenin favorecía abiertamente a Trostky para suceder al presidente del Comité de los Comisarios del Pueblo en el liderazgo máximo de la revolución comunista. Lenin se inclinaba por Trostky y ya lo había hecho saber en su testamento, al definirlo como el más inteligente de todos los probables sucesores. Stalin celaba a Trostky porque éste había sido siempre la segunda figura y su participación en la guerra civil, como jefe de las Fuerzas Armadas, fue decisiva en la consolidación de la revolución de los Soviets.
Un ejemplo de que realmente Lenin pensaba en él para el primer puesto de mando aparece en los textos de historia. Después del atentado en que Lenin resultó gravemente herido en 1918 por la militante socialista revolucionaria de izquierda, Fanny Kaplan, medio moribundo hizo llamar a Trostky a su lado. En plena guerra civil Trostky abandonó por unos momentos su puesto de lucha en el frente y acudió ante el líder máximo.
“Debes cuidarte.”, le dijo Lenin, “Debemos procurar que os protejan mejor que a mí, porque si desaparecemos ambos, ¿crees que Sverdlov y Bukharin podrían reemplazarnos efícazmente?”.
Tan pronto como obtuvo, a base de intrigas y asesinatos el poder, Stalin se convirtió en el “hombre más amado” de toda la madre Rusia. Pero la verdad fue que siempre inspiró desconfianza, temor y repulsión entre sus propios camaradas.