Estamos invadidos de muchos eufemismos, expresiones retóricas, comunicaciones en sentido figurado adornadas con hipocresías que, en realidad, son verdades disfrazadas o mentiras verdaderas para no ofender ni afectar la hipersensibilidad de algunos, la irritabilidad de otros o la crítica de los demás, en una sociedad demasiado atrofiada por el afán de las apariencias y de lucir políticamente correcta, permisiva, inclusiva y desprovista de prejuicios.
Así, a la vagancia se le llama exceso de ocio, a la malcriadeza y grosería se le diagnostica como bipolaridad. Bajo el supuesto de seguidor o adepto se esconde un adulón, el odioso resulta que es tímido; la persona demasiado cariñosa y emotiva, usualmente es sobreprotectora y cursi.

Ese ser sufrido y sin suerte que arrastra sus penurias no es más que un manipulador; el que en realidad es un inmoral y desvergonzado sucede que tiene una mente abierta y liberal que no debería coartarse, so pena de atentar contra sus derechos fundamentales, a la dignidad humana y al libre desarrollo de su personalidad.

Aquel inconstante que da saltos por la vida sin saber lo que quiere, es un incomprendido; ese niño necio e insoportable que no hace caso a correcciones y destruye todo a su paso, es porque tiene mucha energía y es hiperactivo. El vivo, aprovechado y oportunista es el nuevo desenvuelto, sociable y simpático. Al chismoso se le denomina bien informado; el llamado intelectual puede ser que resguarde a un antisocial petulante. El caprichoso y exigente se presenta como delicado. Ya no hay huraños ni antipáticos, si no, personas reservadas, tampoco cobardes, solo sensibles.

El político corrupto es un pragmático. Tras el otrora religioso subyace un fanático. Los inadaptados no existen, porque son vanguardistas, los gordos sólo tienen sobrepeso o problemas de obesidad, el enfermizo es delicado de salud y el ciego o el sordo son discapacitados visuales y auditivos. La criatura poco agraciada sería graciosa, el anciano un adulto mayor, el resistente al baño protege el medio ambiente y economiza agua, el dilapidador es un espléndido. La borrachera desapareció para dar paso al estado de embriaguez; el necio es una persona persistente en sus ideales.

El presidiario es un interno, los pobres fueron sustituidos por los vulnerables, los de escasos recursos o los desposeídos. El rico está en una posición acomodada o privilegiada, el inescrupuloso es apenas un ambicioso y el tarado un débil de espíritu. En un mundo en que se teme llamar las cosas por su nombre, justicia será venganza, tolerancia complicidad y la maldad complacencia.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas