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Con peculiar concepción espacial, nuestro personaje, El Motorita, cree caber “pol toa palte” y rápido, para probar a sí mismo su enorme capacidad de equilibrio temerario. Que se atreve y puede y na le pasa (a veces). Bajo la complicidad del devaluado Amet (con nuevo nombre e igual actitud abusiva) el conductor de motores irrespeta semáforos, conduce en contra vía y, contradice disposiciones y reglamentos, con total impunidad, colocándose cómo privilegiados de la ley, cuyo cumplimiento se exige a “otros”. ¿Quién no ha tenido, al menos un “lance” con un motorista, individuos de leguaje fácil irrespetuoso, en su torcido ánimo de justificar disparates? Ponen en peligro al peatón porque suelen subirse a las aceras en desaprensivo tránsito, desplazados a “cuchumil”, obligando al pobre peatón a protegerse, para evitar ser arrollado. Especial mención corresponde a los “delíveris”, útil versión moderna motorizada del “servicio a domicilio” de antes, cuando esa profesión se ejercía en “bisicleta de canato”. Este desaprensivo en chancletas, pantalones cortos, gorra torcida, motor siempre dispuesto a “calibrar” y acititud temeraria de cerebro corto, aparece de la nada en contra vía, una colorida caja de carga posterior, que sec desplaza raudo en arriesgados giros, desconociendo leyes de tránsito y derecho ajeno, pero listo “pa llegá diunavé” y gritar en la puerta, sin bajarse del burro racing motorizado: “COLMAAADO”. Para ello existen unos artefactos especiales de igual capacidad en velocidad, menor posibilidad de calibrar y mayor poder destructivo, cuando chocan ¿Cuántos arrastran secuelas por haber sido impactados por estos energúmenos “calibrando”, con el motor en una rueda y la delantera al aire, sin posibilidad de ver lo que tiene delante? En algún lugar del país un jefe de pPolicía hacía a esos desaprensivos remover la rueda delantera por “innecesaria”. ¿Arbitrario? Si, pero  efectivo,  al  reducir a cero, esos absurdos accidentes. De nada vale exigirles documentos, si los agentes del tránsito, en actitud sobradamente irresponsable, los ignoran como si no existieran más que para los “operativos”, acciones que afectan por igual a legales y al margen de la ley. Arbitrariedades multiplicadas en esfuerzos puntuales y caprichosos que carecen de periodicidad y rigidez.  La violacion de semáforos en rojo, el transitar por elevados y pasos a desnivel, prohibidos para motoristas, luce ser deporte nacional sobre ruedas, al igual que las competencias en “autopistas” adonde “planchados” (acostados bocabajo) se desplazan entre vehículos a gran velocidad. 4 factores inciden en estas acciones: la eterna y castrante politiquería; pobre o ninguna educación, en un mundo sin límites; la permisividad criolla incluyendo la oficial; la falta de conciencia de la vulnerabilidad de vehículo cuyo chasis es el sujeto que lo conduce y la fragilidad extrema del desprotegido conductor. El problema supera ya las capacidades oficiales, por mostrar características de plaga. Se trata de un práctico y económico transporte, contagiado por la capacidad criolla de todo desvirtuarlo hasta dañarlo.  

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