Esta semana, la preocupación por una posible recesión global se profundizó. Las noticias de un muy pobre crecimiento en Europa y Asia fueron la causa principal. La semana pasada en el Reino Unido se informó de un crecimiento negativo en el último trimestre. Poco después, en Alemania se hizo lo mismo, y China informó del crecimiento de su producción industrial más bajo en 17 años.

El impacto en los mercados financieros globales fue inmediato. El promedio Dow Jones acentuó su caída esta semana. El índice, que mide la evolución del valor de las acciones en las treinta principales empresas que cotizan en los mercados de valores en Estados Unidos, ha venido cayendo desde hace dos semanas. Eso significa que los inversionistas están menos interesados en comprar acciones porque las expectativas de rendimientos son bajas o porque creen que hay mucho riesgo.

La curva de rendimientos invertida

Además, los rendimientos de las notas a 10 años del Tesoro de Estados Unidos cayeron. Eso expresa que muchos inversionistas decidieron comprarlos para protegerse de la incertidumbre. Esas notas, similares a los bonos, es uno de los instrumentos que usa el Tesoro estadounidense para endeudarse y se perciben como muy seguros y en tiempos de altos riesgos, la demanda por ellos crece. Cuando la demanda de notas o bonos aumenta, su precio sube, pero como el rendimiento de éstos es fijo porque, igual que los Bonos Soberanos, se pacta cuando se emiten inicialmente, se hacen menos rentables en términos proporcionales.

De hecho, una de las evidencias que mayor alarma está causando entre especialistas es que están observando un fenómeno que se conoce como una curva de rendimientos invertida. La curva de rendimientos es una que muestra las diferencias entre la rentabilidad de las notas de más largo plazo, por ejemplo, de 10 años, y las de corto plazo, por ejemplo, dos años. Generalmente, esas diferencias son positivas: la rentabilidad de las notas a más largo plazo es mayor porque los inversionistas sólo están dispuestos a invertir a largo plazo si los rendimientos son más elevados, con el objetivo de cubrirse de los riesgos.

Lo que los datos recientes están mostrando es que esa diferencia entre los instrumentos de largo y corto plazo se está estrechando. De hecho, ya la diferencia entre las notas a 10 años y los instrumentos de muy corto plazo (a tres meses) se volvió negativa. Eso significaría que los rendimientos de los títulos de corto plazo son superiores a los de largo plazo, que el crédito de corto plazo es caro, y que los inversionistas están poco dispuestos a comprar bonos de largo plazo.

¿Por qué esto causa alarma? Porque según varios estudios, casi todas las recesiones a lo largo del último medio siglo en Estados Unidos han sido precedidas por una inversión de la curva de rendimientos. Uno de ellos, del Banco de la Reserva Federal de San Francisco, indicó que es un buen predictor de recesión a doce meses. Otras investigaciones hablan de que predice recesión a plazos bastante más largos y otros más, a plazos mucho más reducidos.

El mecanismo de cómo estos se traducen en un declive de la actividad económica es que como el crédito de corto plazo es caro, se hace más difícil para las empresas financiar sus operaciones y tienden a posponer sus decisiones de inversión. También el crédito de consumo, muy importante en una economía como la estadounidense, se encarece. El resultado es que esas decisiones eventualmente llevan a una contracción de la demanda, del crecimiento y del empleo.

La respuesta de la Reserva Federal

Pero, independientemente de si esos indicadores predicen o no recesión, es indudable que en Estados Unidos hay preocupación. La respuesta de la Reserva Federal de Estados Unidos a esos temores y a otras señales ha sido que ha dado marcha atrás a su política de normalización monetaria. En vez de continuar elevando las tasas de interés, que era lo esperable en un contexto de recuperación económica, ha vuelto a bajarlas para evitar que la desaceleración continúe.

Hay dos razones por las que la economía estadounidense está perdiendo impulso. La primera es que los efectos del estímulo fiscal del año pasado, grandes o pequeños, ya se agotaron. La segunda es la enorme incertidumbre que genera la tensión comercial con China. El nerviosismo que causó el inesperado anuncio de una nueva ronda de aranceles contra productos chinos, la ulterior devaluación del yuan decidida por China, y la posposición de la imposición de aranceles que decidió Trump a última hora, muestra cuan volátil es el ambiente y eso seguramente está resintiendo las inversiones.

Además, aunque todavía no ha afectado las expectativas de los consumidores en ese país, los cuales siguen incrementando sus compras, y mantienen el crecimiento en azul, la incertidumbre está terminando por fortalecer al dólar porque es una moneda de resguardo, incentivando las importaciones a ese país, desestimulando las exportaciones y, como vimos antes, encareciendo el crédito de corto plazo. No pocos han dicho que el reclamo de Trump a la Reserva Federal para que sea más agresiva en las bajadas de tasas de interés no es más que un intento porque la política monetaria le resuelva un problema que él mismo creo con su postura más beligerante de lo necesaria frente a China.

Europa y Japón

Pero no sólo es Estados Unidos, país que, a pesar de observar una menor actividad económica que en el pasado reciente, todavía muestra números buenos. En Europa, las previsiones son que el crecimiento entre trimestres será muy bajo, de apenas 0.2%, especialmente derivado de un declive de la actividad manufacturera. A pesar de eso, el empleo, hasta el momento, sigue creciendo.

En el contexto del Brexit, las previsiones para el Reino Unido, la quinta economía más grande del mundo, son malas. Crecerá, de un trimestre al siguiente, no más de 0.4% en lo que resta del año y el primer trimestre del próximo. Alemania, la cuarta economía del mundo, crecerá entre 0.3% y 0.5%. Italia, industrialmente muy relacionada con Alemania, no crecerá más de 0.3, y la economía francesa, la sexta del mundo, crecerá entre 0.3% y 0.4% entre trimestres.

La razón es que en Europa las exportaciones y la inversión en la industria tienen un alto peso en el crecimiento, y éstas se han estancado, en especial aquellas hacia Estados Unidos, China y dentro de la eurozona. El comercio internacional se ha debilitado, en mucho gracias al impulso proteccionista y la inversión está desanimada.

Por su parte, la economía japonesa, la tercera más grande del mundo, estará creciendo por debajo de 0.4%.

China

Claramente, la tensión comercial está afectando a China. Pero ya esa economía venía mostrando señales de un debilitamiento en su crecimiento. Una parte de ese declive es natural, a medida en que la etapa de “industrialización fácil” se fue agotando.
Ahora, a la tensión comercial que ahuyenta inversiones (no está claro todavía que haya afectado de forma significativa los flujos comerciales), hay que adicionar otro factor: el sobreendeudamiento de las empresas en esa economía, el cual ha sido en parte consecuencia del estímulo que les ha dado el gobierno para acelerar las inversiones y mantener el crecimiento. Aunque para el conjunto del país puede tener un impacto reducido, súmele a eso las consecuencias económicas de las violentas protestas en Hong Kong, distrito que se encamina a su segundo trimestre de crecimiento negativo.

América Latina y otras economías emergentes

En América Latina, desde el fin del llamado “super ciclo”, esto es, del período de muy altos precios de las materias primas impulsó un intenso crecimiento económico y a los ingresos laborales en la región, el crecimiento económico ha sido muy débil. La desaceleración china hizo declinar la demanda por materias primas y ello terminó arrastrando a las economías de América del Sur al terreno negativo. El BID prevé un crecimiento de apenas 1.1% para la región en 2019 y el FMI dice que será aún más bajo, de 0.6%.

México, la segunda economía más grande de la región, está siendo atacada por un fuerte pesimismo de la inversión y el consumo, una política de austeridad gubernamental y unas exportaciones, en especial a Estados Unidos, que crecen poco. La CEPAL estima que la economía crecerá apenas 1.7% en 2019, pero no pocos dicen que lo hará en menos de 1%. Igual que aquí y en Estados Unidos, el Banco de México acaba de responder bajando la tasa de política.

Brasil se enfrenta a precios muy bajos de las materias primas, al pesimismo de los inversionistas y por un serio problema fiscal que pretende resolver reformando el sistema de pensiones. Se prevé que crecerá menos de 2%. Sobre Argentina, que está ocupando titulares en días recientes, hay poco nuevo que decir. Está afectada por una severa volatilidad que está acelerando la devaluación, disparando los intereses y derrumbando la inversión.

Pero de igual manera, otras economías emergentes del mundo están creciendo muy poco. Entre ellas destacan Suráfrica, que está estancada, Turquía acosada por tensiones regionales, globales e internas, y Rusia afectada por menores precios del petróleo y las sanciones de Estados Unidos. De los BRICS, solo India y China continúan mostrando buenos números, pero los de China declinan.

El panorama es sombrío, cada país está enfrentando sus propios demonios, pero también demonios comunes, y la economía internacional está tan interrelacionada en la producción y las finanzas que el pobre desempeño de unos países suele arrastrar a otros.

El factor común en todo el mundo es el pesimismo asociado a las tensiones políticas derivadas del nacionalismo y las tensiones comerciales atizadas principalmente por Trump. El problema, como apuntó un analista, es que las municiones monetarias para recuperar el crecimiento mundial se están agotando, parecen insuficientes para revertir los efectos de la incertidumbre y encuentran al mundo más endeudado que nunca. Prestar más y más barato podría no resultar. Por ello, la clave parece estar en reducir las tensiones comerciales, y esa es una decisión política del Señor Trump que pasa por aceptar que no logrará todo lo que quiere con China, por lo menos por el momento.

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