Luesmil Castor Paniagua
Luesmil Castor Paniagua

Por;- Ramón Núñez Hernández

Antes de iniciar este ensayo, primero aclaro que no soy un fiel creyente de esa contagiosa doctrina que mantiene el mundo perdido entre dos laberintos inseparables, expongo como la Biblia describe la muerte.

“La separación del alma y el cuerpo, que es la muerte física; la separación eterna de Dios, que es la muerte eterna; la lejanía y ausencia de Dios; un proceso irreversible, excepto por un milagro divino; la comparación con un sueño profundo, en el que la persona no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor”. Y a continuación, también agrega: “La caída de Adán introdujo la muerte física en el mundo. Los muertos no tienen conciencia de nada, no pueden pensar, actuar ni sentir.”


Para los cristianos, la muerte no significa el fin, sino el paso hacia otra vida, que puede ser un premio o un castigo. Todo depende del comportamiento de los hombres en la vida terrenal. Por lo tanto, la vida humana es como un largo peregrinar que culmina con la vida eterna. Y es un tremendísimo error, porque la vida es una sola, la que tenemos y creer en la vida eterna no es más que un ideal conformista de los hombres pensar en una extensión del vivir, y así evadir el posible paso hacia el infierno.

Hablando de muerte, tenemos la novela, El manotazo de la muerte, del periodista, poeta, narrador, ensayista, educador y editor, Luesmil Castor Paniagua. Fue impresa por Editorial Santuario, Santo Domingo, República Dominicana. Primera edición marzo 2024.

La portada y contraportada es de color azul intenso, casi negro. Tiene una imagen cadavérica muy terrorífica, sumamente fea, con los ojos encendido en fuego, algo así como dos velas encendidas dentro, la nariz rota y hundida, dientes grandes a los descubiertos, la mano derecha en forma de garra, y las uñas gruesas, arqueadas. Está cubierta en la cabeza por un manto negro, grueso y sucio, un crucifijo colgando del cuello hasta rodar sobre el pecha.

Es la silueta simbolizando la muerte.
En la solapa tiene una pequeña biografía del autor, con su foto. Mientras que la contraportada es de color negro, con un soneto escrito, titulado “Viva Muerte”, de la autoría de Franklin Mieses Burgos, y en la parte interna, sin firma, un corto comentario referente al contenido de la novela. Que por cierto, nos presenta una lectura poco asimilable, muy compleja y hermética, lo que podríamos considerarla y ubicarla dentro de los cánones experimentalistas.


Está estructurada en seis apartados, distribuidos en 86 páginas. Contiene además, dos dedicatorias, una reducida a su propia familia, y la otra, más extensa, a la familia muerta que el autor titula “In memoriam”, página 9; una de presentación, hecha por el mismo autor, págs. 11-12 y, luego, una canción, con el título “Elegía a la muerte de Atahualpa. Traducida del quichua por Juan León Mera. (pág. 13) Contiene también (4) capítulos, con tres de ellos secuenciados, que van desde las páginas 15 a 79; más un fragmento de Elegía a Ramón Sijé, poema de Miguel Hernández y, una carta póstuma que el narrador dirige a su padre, Luis Emilio Paniagua Perozo, páginas 81 y 83-86, acompañada, al final de otro fragmento de un poema de Los Heraldos Negros, de César Vallejo

En el otro fragmento, ahora de Miguel Hernández dice así:

“Un manotazo duro, un golpe
helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
no hay extensión más grande que
mi herida,
lloro mi desventura y sus
conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida”.

Ahora bien, después de interpretar dicho fragmento, que por cierto guarda intensa relación con el contenido de la obra, surge mi pregunta sobre El Manotazo de la muerte, ¿si es una novela o es un largo poema en prosa? ¿Encaja dentro del género novela, o es más bien, una antinovela? Pero que también, puede ser un antipoema.

Creo que hasta el mismo autor lo duda. Me sumo al crítico, ensayista y esxritor doctor Julio Cuevas cuando dice: “Más que una novela, me atrevo a decir que se trata de un poema en prosa, donde el sujeto-autor aprovecha para contarnos o para narrarnos su punto de vista de que es la vida, igualmente, que es la muerte. La mujer abstracta e irreal, pero que también es concreta y real. Hay momentos de la novela, donde se exponen las vivencias del sujeto-autor en sus tiempos juveniles de estudios universitarios, porque los nombres y ambientes les son muy conocidos y vividos y los introduce en su narrar sobre la vida, y sobre su vivencia”.

A mi juicio, la obra El Manotazo de la Muerte recae entre los cánones de la antinovela y la antipoesía al mismo tiempo. Dos corrientes literarias que hicieron huellas en la segunda mitad del siglo XX, con poetas muy calificados por su larga y reconocida trayectoria en el arte creativo de la palabra. Poetas e intelectuales que traigo del pasado y abordaré más abajo.

LA NOVELA O ANTINOVELA Y LA POESÍA O ANTI POESÍA

De mis apuntes de cátedra tomados del profesor Antonio Lockward Artiles, escritos que aún conservo, y de pronto, me llegan a la memoria al leer la novela, me permite poner en cotejar que una triple pregunta podría aclararnos estos conceptos: ¿qué es anti poesía o anti poema, poesía testimonial y poesía abierta?


Recuerdo también, que el dominicano Antonio Lockward (1944-2020) escribió: “Se me muere Rebeca”, novela que el mismo autor calificó de antinovela, y mencionaba a “Rayuela”, del gran novelista argentino Julio Cortázar (1914-1984).


Nicanor Parra en 1954 publicó Poemas y antipoemas, el libro que produjo un corte radical en la poesía chilena en Hispanoamérica, y marcó la irrupción del modelo antipoético. En este volumen desarrolló su propuesta literaria, distinta de las que practicaban los creadores chilenos en ese momento: la antipoesía. Sus versos cargados de ironía, utilizan un lenguaje cotidiano, directo, con un ritmo que se adapta a la circunstancia a la que se refiere. Otro título es La cueca larga (1958) donde muestra otra de las fuentes de inspiración de Parra: los festivos ritmos populares chilenos, que parodia con destreza.


Para Nicanor Parra, la poesía existente antes que la suya perdió su contacto con la realidad, con la vida, y por eso plantea su actividad creativa como una empresa de destrucción de la literatura, para dotarla de nueva vida.


Luego Pablo Neruda (1904-1973), en el año 1954 publicó “Estravagario”. Este libro se caracteriza por el uso de la ironía y el humor, poco utilizados hasta entonces por el autor. Según el crítico Niall Binns, este libro es un acercamiento de Neruda a la antipoesía. En este aspecto, Binns destaca las semejanzas del poema “Y cuánto vive?” con “Discurso fúnebre” de Nicanor Parra, poema publicado en una antología de 1957.


El proyecto antipoético de Nicanor Parra (1914-2018) sustituye la poesía por su reescritura. De este modo, la reescritura antipoética se realiza a través de la inversión y la satirización de los modelos textuales y extratextuales. El antipoema requiere un lector distinto al de la poesía habitual: un lector asociativo, relacional, que haga presente diversos textos o elementos no literarios en la conciencia del lector.


Desde un punto de vista métrico, el antipoema combina versos regulares de variada longitud, creando un ritmo flexible, emulando el habla cotidiana. Se trata de poemas un tanto arbitrarios, pero dentro de los márgenes de las reglas de la poesía convencional, que incluyen el humor, el prosaísmo y el lenguaje, además de ser coloquial, se presenta como un espacio para que la poesía hable críticamente de sí misma.


Octavio Paz (1914-1998), y la poesía abierta. Octavio Paz es un autor difícil de clasificar en una sola corriente literaria, aunque podría decirse que en la mayoría de sus obras puede verse reflejado el modernismo y surrealismo de la época. Octavio Paz fue un poeta neomodernista en sus comienzos, para convertirse en un poeta existencial. Difícil de comprender por escritura experimental. Paz afirmaba, “me propuse que mis experiencias se transformasen en poemas, es decir, que sin dejar de ser la expresión personal de algo vivido se desprendiesen de mí para que otros se reconociesen en ellos. La literatura es el arte de inventar a otros”.


El otro autor es Ernesto Cardenal, completamente opuesta a la línea escritural de Paz. La poesía testimonial de Ernesto Cardenal se caracteriza por ser una voz apocalíptica que desnuda la corrupción de la sociedad. El poeta nicaragüense (1925-2020) se vale de la tensión entre apariencia y esencia, entre enmascaramiento y verdad, para representar a un sujeto lírico que es enemigo de la alienación.
Algunos rasgos de la poesía de Cardenal están marcada por la experiencia del Amor y de “ese mundo como revelación de Dios”. Su poesía se configura como una tensión sostenida entre apariencia y esencia, entre enmascaramiento y verdad.

Él fue una de las grandes figuras de la Teología de la Liberación en Latinoamérica y uno de los grandes representantes de la poesía conversacional. Voz apocalíptica de testimonio y profecía, que aprovecha el sismo que arrasó a la ciudad para desnudar el rostro de una sociedad perdida.


Cabe anotar que este escritor se inició con un volumen de título muy significativo “Fusiles y luceros”. Otro tipo de poesía testimonial lo ofrece Ernesto Cardenal. Como cualquier arte, una de las finalidades de la poesía es conmover al lector. Es decir, que literalmente traslada emociones y sentimientos al lector. Si el lector es, además, escritor de narrativa, puede usar esos sentimientos para escribir desde esa emoción.


La literatura testimonial es un género poético que nació en la década de los años 60-70. Con las características del relato histórico y la forma de la novela, las obras de este género exponen hechos desde la experiencia personal del autor, ofreciendo testimonios en primera persona.
La poesía testimonial se caracteriza por mostrar las múltiples formas del dolor, y por intentar que el lector se ponga en la piel del protagonista.


La poeta Carolyn Forché fue la primera en acuñar el término “poesía del testimonio” en la introducción de su antología “Contra el olvido”: poesía del testimonio del siglo XX en 1993. Forché la definía como aquella que se sitúa en el espacio social, entre lo personal y lo político. Se diferencia de la literatura evasiva, ya que los poetas testimonialitas exponen hechos desde su experiencia personal.


Tres poetas grandes y tres maneras diferentes de ver la poesía: Nicanor Parra, Octavio Paz y Ernesto Cardenal. Aquí en nuestro país existe la poesía interiorista y la encabeza Bruno Rosario Candelier; la poesía pluralista, de Manuel Rueda con el Pluralismo de 1974; la poesía cuántica y la metapoesía, además de otras tantas corrientes poéticas interesados en innovar más que en crear.


Cada una de ellas, es una literatura de desintegración del lenguaje, del texto, de la literatura misma; fenómeno asociado con la irrupción de nuevas formas de arte surgidas a partir de las vanguardias literarias que alcanzó su apogeo en el siglo XX.

De qué trata la obra, El Manotazo de la Muerte

Primero transcribo estos tres párrafos escritos por el sujeto-autor como presentación de la obra:
“Contar desde el dolor, es confrontarse con la realidad existencial de que la vida no solo es un bien natural pasajero, sino que nos permite constantemente estar expuesto a la llegada de la muerte sin previo aviso, sin consentimiento alguno y sin ninguna preparación previa.


Así es y ha sido y será en el transcurrir histórico de la humanidad. Vivir es un espacio también para que el dolor nos aceche, para que las desgracias cobren el terreno indetenible ante lo que somos en este plante. De todo ello, lo peor es que nunca estamos preparado a aceptar la partida de un ser querido. Tan solo vivimos, nos entregamos a los placeres y a la desgracia siempre intentamos darle de lado, como si esta no formara parte del código innato con el que nacemos. Vivir morir.


Y es que la muerte, cuando nos golpea con ese manotazo indetenible que destruye y vulnera la existencia, nos deja un vacío espiritual, un inllevable vacío que hierve en nosotros como la lava de un volcán al ser eructada como sucedió durante la pandemia del Covid 19, que nos sacudió muy fuerte y se nos llevó a valiosos y queridos amigos, familiares, y seres que aún en la distancia eran admirados, digamos que reconocidos como aportadores a las mejores causas de estas sociedades.”


El Manotazo de la Muerte es una novela o un poema largo, que a mi humilde opinión, o para ser más preciso, es una antinovela o un antipoema extenso.

Una historia-ficción dolorosa sobre un acontecimiento ocurrido en la década del 90, del cual el sujeto-autor es testigo y víctima a la vez, porque sufre la consecuencia por la muerte de su abuela-madre. En su narrar ese pasado infantil tan añorado, activo en la memoria por largo tiempo, y recordar esa vida de la niñez, esa vivencia amarga de la adolescencia, lo conduce a un estado anímico cargado de frustración y a la vez de añoranza, acto que lo conlleva a resistirse a aceptar la pérdida definitiva


En la novela se va envolviendo un ambiente de poetizar lo vivido, echar hacia afuera los recuerdos guardados en la memoria, y así, en un ir y venir del pasado, al recuerdo, es la pauta trazada, para justificar una ambientación del contexto, desde la melancolía del pensar en el ayer y desde un presente de tormentos.

Luesmil Castor Paniagua en la narración parece contarnos sus desventuras, sus tristezas y lamentos, apoyado desde un discurso mezclado con tonos poéticos, nostálgicos y melancólicos.
El mismo autor nos dice en su discurso literario que es una novela experimental en el que aparecen poesías, ensayos y canciones que no son suyas (en la mayoría de los casos) y eso empezó en los años de los noventa con la muerte de su abuela materna, que fue la madre que lo crio. Cuando ella murió le dejó un vacío que por el momento, era incurable.


El sujeto-narrador dice: “yo que había crecido a falta de ella y eso me chocó bastante duro, entonces fue a partir de ahí que en los años 90, empecé mi primer libro titulado “Herencia del dolor”, y luego retorné en la novela aquel poema. Después fueron apareciendo cartas en la que escribía un poema, que escribía una oda, una elegía y entonces, es cuando estaba por titularlo.

Pues dije que la muerte es como un manotazo que te llega y tú estás parado, viene tan sin estarlo esperando. Llega de repente. Es por eso la portada, incluso, eso es que lo que simula y te arranca de repente la vida llevándote al vacía y te deja en el vacío de la vida, y es la reflexión por la que construimos el manotazo de la muerte como título de esa novela experimental.”

Al final de la obra, hay un cierre triste, cargado de un dolor duradero, nostálgico, melancólico, en este caso no es por la abuela ni por el padre, sino por el padre, y que al terminar introduce una carta, página 86-87, que el autor le redacta a su padre, don Luis Emilio Paniagua Perozo. Veamos el fragmento de la carta transcrito a continuación:

“Te fuiste en paz, porque la conciencia tranquila viviste, quizás, no igual podamos irnos otros de os que te vimos partir en esa tarde soleada y ardiente. Y no perdiste padre amado, ganaste el amor y el cariño de tu pueblo. Tu partida, padre del alma, duele a tus hijos, hermanos y demás familiares, porque como dice César Vallejo en el Los heraldos negros”. Veamos el fragmento del poema:

Hay golpes en la vida, tan fuertes…
¡Yo no sé!
golpes como del odio de Dios;
como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido se
empozara en el alma…
¡Yo no sé!

            Tu hijo Castor
            Mayo del 2018

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