Todo acontecimiento político, social, económico, cultural o de cualquier índole, para su desarrollo y culminación exitosa siempre cuenta con la participación de un líder, un dirigente especial que sabe interpretar el momento y conducir a las personas que le siguen hacia metas claras, precisas y alcanzables.
Uno de los principales especialistas mundiales del estudio del liderazgo lo es Jhon Maxwell, quien afirma que el liderazgo “es influencia, nada más, nada menos”. Esto significa que un líder es la persona que dirige a un conglomerado de personas y lo encamina en la ruta para alcanzar un objetivo o una meta. El líder que no tiene seguidores que confíen en él y le acompañen por sobre todas las cosas difíciles, entonces no es líder. Por eso, un líder debe tener una clara visión de lo que busca, aspira y desea, debe saber transmitirlo a sus seguidores y caminar firme por la ruta que se ha trazado.
Hay un refrán popular que expresa que “quien no sabe para dónde va, ya llegó”. Y eso se confirma de forma más que exacta con los líderes. Si un líder es vacilante, no sabe planificar, es torpe en la toma de decisiones y vive dando tumbos en la ruta que se ha trazado, no es un buen líder. El liderazgo, y más aún en estos tiempos, es sinónimo de claridad en la visión, fortaleza en la acción y de amor y entrega por los demás. Hay dos elementos que sobresaltan en la condición de líder: la humildad y el servicio a los demás. Son dos características que se colocan como un eje transversal de liderazgo, ya que están presentes en todas las cualidades que adornan a un líder. La humildad es la condición de que, a pesar de ser el líder, no se cree superior a los demás, no piensa que su criterio es el único válido y que nadie es más importante que él, que practica la humildad valora inmensamente a todos los que dirige, que sabe delegar y trabajar en equipo, que sabe darle los méritos al trabajo de los otros y es un reconocedor permanente de las ideas y los éxitos de sus seguidores.
El servicio a los demás, el entregarse por los demás, es otra de las grandes cualidades que debe posee un líder de este y de todos los tiempos. De acuerdo a John Maxwell “el corazón del liderazgo es servir a los demás primero, ante que a uno mismo”. El líder debe pensar siempre en los interese colectivos antes que en los suyos propios, debe tener una gran actitud de servicio, de valor, de ayuda para con todos los que les siguen, les rodean o son parte del colectivo al que él pretende dirigir en mayores niveles. Un líder que no es capaz de entregar todo, incluida su propia vida, por los demás, no será capaz de desarrollar un liderazgo fuerte, beneficioso, trascendente y valorado en su justa dimensión.
El que quiera conocer un liderazgo pleno y digno de ser emulado, debe mirarse en el espejo de Jesús. El modelo de un verdadero liderazgo es el que practicó Jesús durante su estadía en la tierra. Fue un liderazgo lleno de una clara visión de lo que buscaba, que supo trabajar junto con sus discípulos y llevarles a ellos la pasión por servir y amar a los demás, y Jesús fue capaz de entregar su vida para garantizar la salvación y la vida eterna de toda la humanidad.
Quien aspire a ser un buen líder en este tiempo, debe ser como Jesús y llevar a la práctica lo que Él dijo en el evangelio de Marcos, capítulo 10, versículos del 43 al 45:
“…el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”.