Los Dominicos, una de las primeras órdenes religiosas que arribó a la isla La Española junto con los Franciscanos y Mercedarios, desempeñó un papel fundamental en la configuración de la sociedad dominicana. Desde su llegada en 1510, estos frailes se establecieron como una fuerza moral y educativa en el Nuevo Mundo, enviados por la Corona española en su esfuerzo por evangelizar y establecer la autoridad colonial.
Desde el principio, los Dominicos dejaron claro que su misión no se limitaba a propagar la fe cristiana. Se erigieron como defensores de los derechos humanos de los pueblos indígenas, que estaban siendo brutalmente subyugados en el proceso de colonización. La figura de Fray Antonio de Montesinos destaca en este contexto; en 1511, su enérgico sermón en defensa de los indígenas resonó en toda la colonia, plantando las semillas de lo que más tarde se conocería como la Escuela de Salamanca, liderada por Fray Francisco de Vitoria.
Además de su papel en la defensa de los derechos humanos, Los Dominicos hicieron una contribución significativa a la educación y la cultura en la isla. En 1538, fundaron la primera alta casa de estudios del Nuevo Mundo, hoy conocida como la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Esta institución no solo fue un centro de enseñanza teológica, sino también un faro de conocimiento en filosofía, artes y ciencias, moldeando el desarrollo intelectual de la colonia.
La presencia de Los Dominicos también dejó un legado tangible en la forma de su patrimonio cultural y religioso, acumulado durante siglos. Sus monasterios, iglesias y conventos, muchos de los cuales aún se mantienen en pie, son monumentos históricos y han sido declarados Patrimonio de la Humanidad. El Convento de los Dominicos en Santo Domingo, ubicado en la Ciudad Colonial, es un claro ejemplo de la rica herencia arquitectónica y artística de la época colonial. Además, estos frailes han sido guardianes de valiosos archivos y documentos históricos que narran la evolución de la nación.
A lo largo de los siglos, los Dominicos continuaron manteniendo una presencia espiritual significativa en la República Dominicana, influyendo en la vida religiosa del país y promoviendo valores fundamentales como la justicia, la compasión y la solidaridad. Su legado en la teología y la filosofía sigue siendo relevante en la formación de clérigos y laicos, contribuyendo a la profundidad intelectual de la fe en el país.
Sin embargo, ante la situación actual de abandono en la que se encuentra parte del patrimonio que Los Dominicos han preservado durante siglos, es necesario reflexionar sobre nuestra responsabilidad como sociedad. Este legado, declarado “Patrimonio de la Humanidad”, no debe ser solo una cuestión de fachada y asfaltado de calles. Es esencial que nuestras autoridades comprendan la importancia histórica, cultural y patrimonial de estos edificios y tomen medidas para garantizar su conservación.
Finalmente, como sociedad, debemos preguntarnos: ¿Dónde está nuestra solidaridad con aquellos que tanto nos dieron en tiempos de dificultad? ¿Quién está al mando del barco en este mar de desidia que amenaza con hundir una parte esencial de nuestra historia?