A escasos días de haber tomado las riendas del poder político de la nación más poderosa del mundo, Donald Trump ha causado conmoción dentro y fuera de Estados Unidos por el alcance de sus políticas económicas y migratorias, que además de haber dado origen a un affaire con los presidentes de México y Colombia, genera incertidumbre por lo impredecible e inmediatista de su personalidad y como esta influye en la toma de decisiones trascendentales.

El cumplimiento de las promesas de campaña, fundamentadas en la promoción del paternalismo parece motivar las disposiciones, que podrían fomentar los enfrentamientos con las autoridades estatales y enfrentar desafíos judiciales para su puesta en ejecución, aunque el Partido Republicano tiene una mayoría representativa en ambas cámaras del Congreso e influencia en la conservadora conformación de los jueces que integran la Corte Suprema, a donde se prevé que puedan arribar para fines de dilucidación y aprobación algunas de las medidas más polémicas.

Como ejemplo citamos la que implica la redefinición del concepto ciudadanía, si se materializa la prohibición de la misma por derecho de nacimiento a los hijos de indocumentados nacidos en territorio estadounidense, consignada en la Constitución desde hace más de 150 años; y las medidas que podrían emprender las autoridades políticas de los estados y ciudades que se consideran santuario por la protección que le confieren a los indocumentados, donde se estarían llevando a cabo redadas para su detección y posterior deportación.

A parte de lo controversial de estas decisiones, resulta oportuno analizar el comportamiento de un mandatario que envía mensajes interesantes de los aspectos que caracterizan su personalidad, que aunque parezca paradójico, fue determinante para posicionarse políticamente dentro de un electorado que vio en él la garantía de un retorno a los orígenes conservadores y el reimpulso del sentimiento nacionalista muy arraigado en esa sociedad, reafirmado en la frase “La era dorada de Estados Unidos empieza ahora”, con la que dio inicio a su discurso de toma de posesión, a la que siguieron otras a destacar, como “A partir de este día, nuestro país florecerá y será respetado”, en franca alusión a la pasada gestión presidencial, por las burlas en torno a la imagen incapacitante proyectada por el exdignatario Joe Biden y lo flexible de su agenda en el abordaje de temas que se han convertido en un problema de seguridad nacional.

A todas luces, la asunción al poder de Trump viene a sellar una etapa político electoral que tuvo su momento cumbre en el 2024, cuando en Occidente fueron ganando terreno los gobiernos de la ultraderecha, donde se ha consolidado la egopolítica, que es la personalización del poder y como esta va influyendo hasta generar cambios endógenos en cuanto a la correlación de fuerzas internas y exógenos en lo referente a la ofensiva diplomática.

En el primero de los casos, la premisa se sustenta en la cercanía del mandatario con un visionario y egocéntrico magnate Elon Musk, que está revolucionando el mundo con el diseño de vehículos eléctricos y un programa aeroespacial particular que ha minimizado la labor de la estadounidense Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés); y en el segundo aspecto, por la afinidad de un Donald Trump con sus homólogos de Argentina, Javier Milei y de El Salvador, Nayib Bukele, más por un asunto ideológico que por lo que representan esas naciones en términos estratégicos en la región de Latinoamérica.

Aunque sociólogos y psicólogos coinciden en que Trump es narcisista, arrogante, racista e irreverente, manifiesto en su retórica frontal que para algunos puede ser ofensiva, en esencia, es una persona que ha sabido sacarle provecho a los momentos más aciagos de su vida personal, cuando le ha tocado asumir la derrota y empezar de nuevo, levantándose como un ave Fénix hasta construir una imagen de rey Midas del marketing.

La Dinastía Trump, un trabajo biográfico no autorizado difundido por el canal de televisión History Latinoamérica, relata en diferentes capítulos como el hoy Presidente de los Estados Unidos pudo afrontar la bancarrota ante la quiebra de proyectos ambiciosos; sacarle provecho mercadológico al divorcio de su primera esposa, la fenecida Ivana Trump; y como logró construir y monetizar una marca con su nombre e imagen, que le sirvieron de plataforma para sus proyecciones políticas.

En tal sentido, Trump luce como un líder político imbatible, altivo y seguro de sí mismo, factores que le permitieron enfrentar con éxito su situación judicial, a la que sacó capital político desde la victimización, siendo determinantes para lograr posicionarse dentro de la oferta electoral.

Hasta el momento sus decisiones no tienen implicaciones mayores para la República Dominicana en lo referente al tema arancelario, mientras que en lo migratorio, nuestro país siempre ha mostrado buena disposición para recibir a sus nacionales sin importar las circunstancias.

Está en perspectiva cómo continuará desarrollándose la agenda de temas pendientes de un Donald Trump que en ocasiones envía mensajes un tanto contradictorios o quizás difíciles de descifrar, si tomamos en cuenta su interés de proyectarse como un mediador por excelencia ante los conflictos armados que están en curso, a la vez que afronta una delicada agenda interna.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas